No es un acontecimiento nuevo.
Quizás -no me acuerdo muy bien- haga más de diez años que me entretuve en él por
vez primera. Fue en el hermoso pueblo llanisco de Porrúa, con cuyo nombre
altisonante, por cierto, bautizaría un emigrante nostálgico a una famosa
editorial mexicana hace ya muchos años.
En fin, quería decir que, desde
principios de la década de los noventa, y creo que el de los porruanos fue el
primero, proliferan por la geografía asturiana una suerte de peculiares eventos
con los que, al parecer, alguien pretende que recobremos el pasado por ejercer
una actividad que no se pasa.