El coche nos lleva por una estrecha carretera de montaña que serpentea a la
par del bravo río Duje hasta las cercanías de Sotres, rebosante de ambiente
montañero sobre todo durante el verano. Nos disponemos a adentrarnos en el
Macizo Central de los Picos de Europa siguiendo un recorrido relativamente
cómodo que nos va a permitir visitar la famosa aldea de Bulnes y ver de
cerca el Urriellu.
Poco antes de llegar a Sotres
vemos una pista que desciende
vertiginosamente hacia las invernales del pueblo (Invernales de Cabao), un
bonito conjunto de cabañas de piedra a orillas del Duje que sirven de refugio
invernal al ganado. La pista atraviesa el poblado e, inmediatamente, comienza a
remontar la ladera contraria haciendo eses entre prados verdes y empinados,
delimitados por setos de robles y avellanos. La subida es bastante fuerte al
principio, así que en seguida entramos en calor. Sin embargo, no es muy larga y
en poco tiempo alcanzamos los Invernales de Canero, situados en la ladera de
Peña Maín, una gran mole rematada en varias cumbres que superan los 1500 m de
altitud y que forma los fuertes desniveles calizos que tendremos a la derecha
del camino durante todo el trayecto. Buitres y ratoneros se ven con facilidad
planeando sobre su cresta y no faltan los bandos de chovas. En la majada pastan
las vacas con su parsimonia habitual mientras vamos dejando atrás las últimas
cabañas.
Podemos continuar por la misma pista hasta la fuente del arroyo de Canero
para llenar nuestras cantimploras pero, en cualquier caso, tenemos que
desviarnos antes por un camino que lleva al Collado Pandébano. Algunas bisbitas
y lavanderas corretean por los pastos cerca de nosotros y los primeros abejorros
y mariposas se ven encima de las flores. En el alto, la parada es obligatoria
para contemplar la magnífica vista de Sotres, integrado en el paisaje del Macizo
Oriental. Al otro lado del collado vemos el camino que sube a la Vega de Urriellu pasando por la majada de la Tenerosa, sin duda la ruta más cómoda para
llegar ala base del pico. Frente a nosotros, atravesando los pedreros y los
neveros inmortales que cuelgan de las laderas de los Cuetos Albos y del Neverón
del Raso, apenas alcanzamos a distinguir el sendero que sube al Urriellu desde
Bulnes por la ruta de Camburero. En cualquier caso el protagonista de todas las
miradas es la inconfundible cara oeste del Naranjo, con sus más de 500 m de
caída vertical, cada vez más imponente y fotogénica a medida que descendemos del
collado y gozamos de un campo de visión más amplio.
Desde Pandébano el resto de la ruta es un descenso continuo. Debemos seguir
la senda que corre paralela a la peña y que nos lleva directamente hasta los
Invernales de Arnandes. Algunos rebaños de ovejas se mueven por los prados
guiadas por enormes mastines, mientras que los pequeños grupos de cabras
prefieren las laderas más agrestes. La leche de ambas especies se mezcla con la
de vaca para elaborar el famoso queso Cabrales, cuya producción artesanal
requiere un largo periodo de fermentación en una cueva natural seleccionada
cuidadosamente.
A partir de Arnandes el camino discurre en gran parte empedrado. Primero,
atraviesa un denso bosquete de avellanos y , antes de llegar a la riega del
Tejo, se desvía de los prados para enlazar con el camino ancho que procede del
pueblo. Enseguida tenemos una primera vista espectacular de los dos barrios de
Bulnes, inmersos en un reticulado de verdes prados y rodeados por impresionantes
paredes calizas. Al fondo del valle se distingue La Villa y, en lo alto de una
colina pero en la base de la Canal de Amuesa, el barrio de El Castillo. El
descenso es muy pronunciado, en zig-zag, por una ladera frondosa, cubierta
de avellanos, robles y algunos sauces, fresnos, tilos y nogales. En las orillas
del camino y en los prados crecen multitud de flores de vivos colores rosas,
amarillos y violetas. Cerca ya del pueblo, los reclamos de camachuelos, pinzones
y petirrojos mueren ahogados por el ruido ensordecedor de la cascada de las
Mestas, formada por el río Bulnes al salir de la angostura de la Canal de
Balcosín.
Bulnes es una aldea anclada en el tiempo. Estrechas callejuelas corren entre
casas, cuadras y muros de piedra que muestran un aspecto añejo, cada rincón
ofrece una composición interesante al enamorado de la fotografía de ambientes
rurales y cada uno de los bulniegos podría contarnos historias que rebosan
sabiduría montañera. En La Villa, un tilo enorme proyecta su sombra sobre la
ermita, situada por delante del pequeño cementerio donde se lee una emotiva
placa dedicada "al primer muerto en el Naranjo". Un camino entre muros plagados
de helechos, zarzas y saucos comunica los dos barrios del pueblo( ¡separados por
un desnivel de 100 m!). Desde El Castillo la vista de la Canal del Tejo es
espectacular, intuyéndose Camarmeña al fondo. Pero antes de enfrentarnos a la
última parte del recorrido puede ser una buena opción comer o tomar algo en el
bar o en el albergue del pueblo. Así podremos conversar con las gentes del lugar
y descubrir detalles de su peculiar y dura forma de vida aunque, en la
actualidad, el tema más frecuente es la construcción del polémico acceso. El
funicular que se construirá por el interior de Peña Maín entre Poncebos y Bulnes
supondrá una esperanza de futuro para una aldea de población envejecida y cada
vez más escasa pero, al mismo tiempo, todos esperamos con recelo las
consecuencias de un acceso fácil a una aldea única, que sobrevive como un
testigo del pasado en el corazón de los Picos. En cualquier caso, sólo quien
llegue hasta aquí caminando podrá apreciar y entender lo que representa esta
villa montañera.
Reflexionando sobre este tema, abandonamos Bulnes por el camino que sigue el
margen derecho del río. El terreno es pedregoso y tan sólo los agracejos crecen
en abundancia. Enseguida encontramos el atajo que desciende desde El Castillo
por la empinada ladera para unirse al sendero principal, justo al inicio del
desfiladero. El Murallón de Amuesa y Peña Maín comprimen la estrecha Canal
del Tejo, de origen glaciar pero agudizada en su base por el ímpetu del río
Bulnes. A pesar de la verticalidad de la peña, algunas encinas nacen retorcidas
de las grietas más insospechadas. El descenso es muy pronunciado y se deja notar
en las piernas hasta que alcanzamos el puente del Jardu. Caminamos ahora por el
otro margen aunque no por mucho tiempo ya que está próximo el
estrecho puente medieval de La Jaya, de piedra y con forma de arco, que
atraviesa el Cares y nos deposita en Poncebos. Aquí se juntan los caminantes que
llegan desde Caín por la garganta del Cares con los que venimos de Bulnes, de
forma que el gentío es inevitable, principalmente en el verano. El resto del año
el número de turistas es menor y la tranquilidad está asegurada. Desde algún bar
de Poncebos podemos solicitar un taxi para regresar al comienzo de la ruta.
Podéis visitar la galería de
AN sección Rutas Asturias Natural, Ruta del Cares. Encontraréis una variedad
de fotos dedicadas a la misma. O bien si clicáis
aquí os llevara directamente.
Invernales de Cabao- Invernales de Canero- Collado Pandébano- Invernales de
Arnandes- Bulnes (La Villa- Bulnes( El Castillo)- Canal del Tejo- Poncebos
9 km
Transporte recomendado:
a pie.
Mejores épocas de visita:
primavera, verano, otoño, invierno.
Dificultad de la ruta:
alta.
Información: Luis Frechilla
García