Registrado: Mar 14, 2006 Mensajes: 139 Ubicación: Valladolid
Publicado: Mar Ago 17, 2010 1:23 pmAsunto: Los amigos.... historias del mar de Jack-Sparrow
El hombre estaba en la taberna y con él su amigo. Lo eran ya desde que aprendieran a caminar. El mismo maestro, juegos compartidos, idéntica educación y el mismo oficio, aunque en distinto barco cada uno. Su cometido en el mar los mantenía separados, por eso, cuando disfrutaban de un permiso, siempre se buscaban en el mismo bar, donde, si la fortuna era aliada, se encontraban para disfrutar unas horas juntos. Eso era lo que ese día había ocurrido.
Estaban juntos por fin desde hacia tiempo y junto a ellos, en la taberna, los indicios de que la cerveza, las plantas procedentes de un país sudamericano y la compañía de las dos mujeres, los llevara a un estado de alegría que habría de durar toda la noche.
Entre la juerga y las risas, el amigo, ante la conminación de una de las damas, vuelve con su mano la cara del otro hacia él y, acercando su boca le da un fugaz beso en los labios, haciendo que las mujeres rían aún más. Todos ríen y ante la petición de que ahora les toca a ellas y cuando estas van a cumplir, varios hombres espada en mano se les acercan en actitud retadora intentando llevarse a las mujeres. El hombre lleva la mano a la espada para afrontar el duelo, pero el amigo lo detiene al ver que las damas se inclinan a irse con los otros hombres. Hace caso a la recomendación del amigo y juntos abandonan la taberna.
Una vez en la calle le pregunta al amigo porque lo ha besado. Él responde que entre la juerga las mujeres se lo habían pedido y que quería complacerlas.
El hombre sonríe. _Está bien, pero ha sido tan breve que casi no lo he notado.
En el mismo instante el amigo, despacio, con la misma dulzura que empleara ante la persona más encantadora, acerca sus labios a los del hombre en un beso, suave pero largo y cálido.
Cuando se separan el hombre ríe y comenta. _. ¡Hay qué ver lo que se han perdido las damas! ¿Nos vamos al lago a darnos un baño y enfriarnos del alcohol y todo lo demás? El amigo asiente y marchan los dos hasta el lago donde algunas noches suelen bañarse tranquilos y en soledad.
Se bañan desnudos en el lago, nadando, bromeando, jugando e incluso cantando alguna vieja canción de las que no podría oír una dama sin ruborizarse y después, se tumban sobre la hierba para secarse mientras observan las estrellas.
El hombre, que ha sido el primero en recostarse, se siente de pronto algo agitado. El amigo lo observa y le pregunta si aún se acuerda de las damas. Él responde que tal vez, pero que son el resto de las cosas lo que le hacen estar ahora así.
_. ¡Hay qué ver lo que se han perdido las damas! - Comenta el amigo y bromeando, acerca su mano y le toca. Al instante el hombre tiene un escalofrío por todo el cuerpo y tan intenso, que contagia al amigo, que lejos de soltarlo, se acerca más, juntándose en una caricia.
La noche cobija la pasión de dos cuerpos unidos.
El amanecer los encuentra dormidos, desnudos y abrazados.
Cuando se despiertan apenas los queda tiempo para ir a sus respectivos barcos. Se visten, asean en el lago y juntos marchan a su destino. Antes de despedirse el hombre comenta:
_. Esto ha sido una experiencia más, agradable, pero que no va a quitarnos muestra amistad tal y como la entendemos.
El amigo asiente. Se dan la mano apretando fuerte en el antebrazo y cada uno marcha hasta donde está su barco.
Esa fue la última vez que se vieron en mucho tiempo, pues ya no coincidieron los permisos. Durante tres años, el hombre cada vez que volvía visitaba la taberna. Si su amigo había llegado antes y no podía quedarse, dejaba una cerveza pagada y una carta al tabernero para que este se la entregase. El hombre la tomaba y si era él quien primero llegaba, dejaba lo mismo para que se lo entregaran al amigo.
Después de ese tiempo, un día que el hombre llegaba a la taberna, le esperaba la cerveza pagada, pero en la carta, lo que esta decía es que marchaba a otro continente. Le deseaba suerte y le advertía que buscaría la manera de poder seguir en contacto durante el tiempo que estuviera allí, que preveía sería bastante.
Se sucedieron más años y el hombre había dejado los barcos para servir de secretario del gobernador. Su amigo había encontrado la manera de comunicarse ya que llegaba un barco desde el otro continente dos veces por año y en este, unas monedas para pagar una cerveza y una carta, era el recado que siempre le llegaba. Él respondía de la misma manera en el barco que regresaba. Así durante casi treinta años.
En una ocasión y después de ese tiempo, en que llegaba el barco del otro continente, el hombre se acercaba a recoger las noticias del amigo, cuando sorprendido vio que era este quien llegaba en ese buque. El tiempo los había cambiado, pero no lo suficiente como para no reconocerse. Así pues, a la sorpresa inicial se unió el abrazo de dos amigos que tanto tiempo habían estado separados.
Lo aloja en su casa y después, un tanto alterado le pide que le dé detalles del viaje, porque ha regresado y que le cuente todo aquello que no estaba escrito en las cartas.
Una vez acomodado, el amigo le pide tranquilidad y comienza a contarle el porqué de su visita.
_. Tengo una enfermedad rara e incurable. Apenas me quedan unas semanas de vida, pero ¡por favor! quiero que te portes conmigo como el amigo que siempre fuiste. Esto es una experiencia más, que no tiene que ser tan desagradable. No va a quitarnos nuestro concepto de amistad ni de cómo debemos tratarla.
El hombre asiente, aunque con dolor y el amigo continúa hablando.
_. Ya ordené todos mis asuntos, tan solo me quedaba volver a ver a mi amigo antes de morir, por eso he venido. También recuerdo la última noche que estuvimos juntos, ya que nunca la olvidé. Muchas veces he pensado en ello.
No lo dejó terminar de hablar. Se acercó a él y lo besó. En el abrazo parecía como si el tiempo volviera aquellos momentos treinta años atrás y para los dos amigos tan solo hubieran pasado unos pocos días desde aquel instante junto al lago.
Horas después volvieron a despertarse como en aquella ocasión, abrazados. Aún era de noche, por lo que el amigo lo invitó a ir hasta el lago. Acepta, ya que la noche era agradable y el lago era especial, había que volver a verlo.
Una vez allí, el amigo se sienta junto al borde y, antes de que el otro hombre pueda evitarlo, saca una daga que llevaba al cinto y con ella se corta las venas de la muñeca izquierda. El hombre, asombrado, intenta hacer algo por su amigo, pero este lo retiene, contándole sus motivos.
_. ¡No por favor, amigo! - Le dice, intentando evitar que se le acerque.
_. Quiero tener el privilegio de elegir como y cuando debo morir. Ya quedé todos mis asuntos zanjados y lo que era más importante, he vuelto a verte. He estado contigo amigo mío. Ahora ya puedo marcharme tranquilo.
_. Quiero que te quedes junto a mí, hasta que deje de vivir y que me hables. Como siempre hemos hecho, contarnos todo aquello que tenemos pendiente. Hablar, bromear y reír. Aceptar que me estoy muriendo como una experiencia más y, las horas que me queden, saber que estás a mi lado, amigo mío.
Es casi mediodía cuando una barca arde en una pira sobre el lago. El fuego incinera los restos de un hombre que decidió como debía morir y como sería su inhumación. Su amigo, gracias a su posición ha podido cumplir su última palabra y hacer que cuando las llamas abrazasen el cadáver de su amigo, tan solo ellos dos fueran quienes estuvieran en ese lugar.
El hombre que ve como el fuego se lleva al que fue su amigo, ahora está llorando. Las lágrimas que unas horas antes debía apagar en valor de la amistad, ahora fluyen libres e intensas, como si quisieran apagar el fuego que consume a su amigo. Solo puede llorar lamentando que su concepto de la amistad impidiera que lo abrazara mientras moría. Que no dejara intentar curar su herida y que ahora, que habían vuelto a estar juntos, no pudieran haberlo hecho más tiempo.
Solo le quedará el recuerdo y cuando la pira se consuma dejando tan solo las cenizas de quien fue parte de su vida, dejarlas allí donde una vez, una asombrosa experiencia de amistad, mantuvo un vínculo que duró más de treinta años. _________________ Que el sonido de una balada... dé calor a vuestros corazones
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