Publicado: Jue Jul 21, 2005 4:19 pmAsunto: La Niña Prudente
La Niña Prudente
Había una vez un viejo pescador que vivía junto al mar con su mujer y sus tres hijas. La menor de las hijas, era una criatura angelical, lo acompañaba todos los días y le ayudaba en la tarea. Las dos mayores vendían el pescado en la ciudad vecina y con ese dinero compraban lo necesario para vivir.
Un día el pescador fue solo a pescar y en toda la mañana no sacó un solo pescado. Desesperado, pensando en que ese día su familia no tendría que comer, se puso a llorar sentado en una piedra de la playa.
En ese momento, el mar comenzó a bramar y a enfurecerse y una voz potente y bronca le ordenó que se quedara. Vio salir entonces de las aguas un jabalí blanco que le habló así:
-¿Quién te ha dado permiso para pescar en mis dominios? ¿No sabes que en el fondo de este mar hay una ciudad encantada y que por castigo, sus habitantes se han convertido en animales?. Yo soy su dueño. Si quieres seguir teniendo alimentos para los tuyos, debes traerme mañana mismo la niña que te acompaña todos los días.
El mar bramó nuevamente y desapareció el jabalí.
El viejo regresó muy triste y silencioso a su casa.. No decía nada, pero apremiado por las preguntas de su mujer y de sus hijas, refirió cuanto le había ocurrido.
La hija menor que era muy valiente, le rogó que no se afligiera e insistió en que debía cumplir la orden del jabalí, y le aseguró que ella sabría defenderse de cualquier peligro. Era tan generosa que estaba resuelta a aceptar cualquier sacrificio para salvar a su familia de la miseria, Después de mucho cavilar, el padre consintió en acatar el pedido de la hija y en obedecer la orden del misterioso jabalí.
-Has hecho muy bien en obedecerme, le dijo al viejo, pues, de otro modo tu familia hubiera perecido de hambre. Desde hoy en adelante pescarás magnificos peces, tantos como quieras.
-Atiende bien mis palabras, que de su cumplimiento dependerá tu vida y nuestra suerte. Toma esta jarra de oro, llénala de agua y átala con esta cadena de mi cuello. Sube a mi lomo, afírmate prendiéndote de mis orejas y ármate de valor. Cuando lleguemos a la ciudad que duerme en el fondo del mar, no debes hablar una sola palabra ni acariciar a nadie durante tres días. Si resistes la prueba, al amanecer del cuarto día toma la jarra y echa chorritos de agua sobre los animales que encuentres desde que salgas de tu habitación hasta que termines de recorrer las calles de la Ciudad. Entonces, se operará un asombroso milagro que allá esperamos y que te hará feliz.
La niña prometió con firmeza cumplirlo todo, y luego se hundieron en el mar. Las aguas se abrieron entonces y descubrieron un ancho camino. Después de un viaje que a la niña le pareció larguísimo, llegaron a una ciudad resplandeciente, llena de palacios, de estatuas y de jardines. Sólo los habitantes de la ciudad no aparecían por ninguna parte. Muchas veces su admiración por las maravillas que veía estuvo a punto de arrancarle palabras de alabanza, pero cuidaba siempre de callar, así era la consigna.
La casa donde debía alojarse era la más suntuosa de la ciudad, pero nadie la habitaba. El jabalí la dejó allí e inmediatamente desapareció. Al rato dos perritas blancas se presentaron, ellas le sirvieron la comida y la atendieron en cuanto necesitaba, como si fueran dos criadas ejemplares, durante los días que allí pasó. Eran tan inteligentes y cariñosas que muchas veces tuvo que encoger la mano, pues, sin pensarlo la extendía hacia ellas para acariciarlas, pero la firmeza de su carácter la contenía.
El silencio y la soledad eran tan grandes como impresionantes; sólo animales animales tristes la recorrían por todas partes. La niña comprendió que allí había ocurrido una gran desgracia; se extremecía de temor, pero se sobreponía y aguardaba resignada su suerte.
Ni por admiración, ni por asombro, ni por miedo, la niña, a pesar de vivir sin testigos, dejó un sólo momento de dominar sus impulsos y de medir su proceder. Tenía la esperanza de que sería premiado su sacrificio con un gran bien para ella y para todos.
Pasaron los tres días y, al amanecer del cuarto, tomó su jarra de oro y echó chorritos de agua a las perritas blancas que en ese momento aparecieron. En el acto se transformaron en dos graciosas doncellas. Al salir de su habitación encontró un jabalí, hizo lo mismo con él y éste se convirtió en un gallardo joven. Siguió rociando con el agua de su jarra todos los animales que encontraba, y todos tomaban forma humana. El agradecimiento de la gente no tenía límites; la acariciaban, le besaban las manos y la llenaban de bendiciones. La niña seguía realizando su obra impasible y silenciosa.
En pocos minutos la ciudad recobró su antigua vida. Desaparecieron las aguas que la cubrían, y en el lugar del mar surgió a la superficie de la tierra una opulenta ciudad. Todos sus habitantes frenéticos de alegría se abrazaban y recorrían las calles cantando y vivando a la salvadora.
El jabalí, que era el Príncipe de aquella comarca, dijo a la niña que podía hablar y le contó como ella había roto el encanto que, por obra de un genio malo, pesaba sobre la ciudad y sus habitantes desde hacía miles de años. Sólo ella, entre muchos, había sido capaz de dar aquella prueba de valor y de prudencia, condición impuesta para que la ciudad encantada volviera a la vida.
El príncipe mandó a buscar inmediatamente la familia del pescador y la alojó en un espléndido palacio, Fue inmenso el júbilo de la familia al encontrarse con la niña que consideraban perdida y el de ella aún mayor al saberse salvadora de tantas vidas.
El príncipe se casó con ella y ambos gobernaron hasta muy ancianos la maravillosa y rica ciudad, en donde la felicidad fue eterna.
Besinos
Mary
Autor desconocido. _________________ ¡¡¡ PUXA ASTURIES !!!
LA CRUELDAD ES LA FUERZA DE LOS COBARDES.
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