Registrado: Mar 14, 2006 Mensajes: 139 Ubicación: Valladolid
Publicado: Lun Ene 24, 2011 10:52 pmAsunto: Tres marineros... historias del mar de Jack-Sparrow
La balandra se acerca peligrosamente hacía los acantilados de la isla. Parece inevitable la colisión, dejando restos de madera al antojo de las olas y a tres hombres, a las puertas de su destino. Tanta lucha, tanto dolor en el pecho por corazones que laten agitados. Tanto tiempo sin ver otra cosa que cielo y mar, agua y estrellas, viento, y el dolor de sus propios pensamientos. Todo para que ahora queden estrellados en las rocas que la isla cede al mar.
Aún así los hombres parecen serenos. Arrían el foque y dirigen la nave hasta un extremo de la isla, donde hay oculta una cueva submarina, con una entrada no muy grande, pero lo suficiente como para permitir el paso de la pequeña nave. Han llegado al Marshiret.
Uno de los hombres controla el timón con mano firme y en la otra sujeta aún más firmemente un libro, cuyo título que se aprecia es Epigrammata. Se lo había regalado a su hijo cuando este le dijo que deseaba estudiar filosofía y teología, pero se enfado cuanto supo que quería hacerlo en un monasterio apartado y recluido de todo lo social y material. El hijo le devolvía el libro diciéndole que lo aceptaría cuando él lo hiciese con su causa y deseos.
El hombre se encolerizó. Amaba a su hijo y no deseaba estar tanto tiempo apartado de él, sin más relación que la de las misivas que mes a mes podrían ambos intercambiar. Hacía tiempo que su esposa, la madre del muchacho, había fallecido y este era lo único que ahora le quedaba, pero lo quería y lo dejo partir. Días más tarde decidió ir a su encuentro, para darle el libro y decirle que había aceptado su decisión. Esta era la que llenaba el corazón del chico y su padre, que también lo quería, había pensado que no debía impedir que este hiciera aquello que soñaba. Quiso entregarle el libro y una disculpa, pero cuando lo alcanzó, su hijo había sido asesinado.
Otro de los marineros, situado en la proa y con un par de fanales, intentando mitigar la obscuridad de la cueva e indicando al del timón la dirección que debe seguir, de vez en cuando acaricia un pañuelo que lleva al cuello con unas letras bordadas, donde se puede leer Dorothy, que es el nombre de la mujer con la que iba a desposarse.
Ella se lo había entregado el día que partía hacía una feria que se celebraba en un condado vecino. Allí pensaba comprarse el vestido con el que se desposarían. En la feria, a la que partía en un carro acompañada de otras dos personas, en una caravana de carromatos con el mismo destino, estaba la modista a quien se lo encargó, así como su familia que la ayudaría en los preparativos, hasta que se reuniera con ellos el hombre que la iba a desposar, para allí, comenzar juntos su nuevo destino. Esa era la razón del regalo, que lo tuviera con él hasta que se desposarán y después guardarlo como un bello recuerdo, con todas las reliquias que juntos había atesorado.
El hombre, que tenía que dejar arreglados unos asuntos antes de reunirse con su amada, parte hacía el condado vecino con el pañuelo en el cuello y el nombre de su amada dentro del corazón. Esperando encontrarla, pero cuando lo hizo, ella había sido asesinada.
El otro hombre asegura las velas después de haberlas arriado y vigilando a babor y estribor, alerta al piloto de cualquier imprevisto que pueda hacerlos zozobrar. En el cuello lleva una medalla con un nombre grabado, que lleva su mismo apellido.
La había recibido tiempo después de que su anciano padre uniera sus cenizas al mar, que fue su vida y que lo acompañaría siempre en su muerte. Él, cuando se sentía y esperaba el final, había hecho investigar algo que nunca dio por zanjado, cuando hubo acogido al que siempre sería y querría como un hijo, que al adoptarlo, aunque le dijeron que no, siempre pensó que tenía un hermano. Investigó, pero no obtuvo resultados, por eso con el tiempo lo había olvidado. Pero cercano a su fin, quiso zanjar esa deuda pendiente e hizo que lo volvieran a investigar.
Esta vez sí que tuvo los resultados que esperaba y supo quién era el hermano de su hijo. Le escribió una larga carta y tiempo después, cuando ya había fallecido, su hijo recibió un paquete con dos misivas y una medalla. Una era la carta que su padre adoptivo escribiera y la otra una donde le contaba quien era y lo que esperaba de su recién ganado hermano. Ellos se encontrarían en una feria y los hermanos se reconocerían por dos medallas iguales que llevaría cada uno con el nombre del otro hermano.
El hombre se dirigió a la feria esperando, con el corazón henchido, poder encontrar al que era su hermano, pero cuando pudo verlo, había sido asesinado.
Le contaron al encontrarlo, que su hermano, una mujer y un joven, habían viajado juntos en un carro de los de la caravana, porque todos llevaban el mismo destino. Una tormenta los había separado del resto del grupo y ellos, que ya se habían hecho amigos, decidieron continuar porque les era muy importante el tiempo en que llegarían al condado. Cada uno por sus motivos estaba anhelante por culminar el viaje, cuando fueron asaltados por unos bandidos. Se defendieron con arrojo y valor, tanto ellos como la mujer, pero al final sucumbieron al número de agresores y aunque dieron muerte algunos de ellos, acabaron cayendo muertos al ataque de los bandidos.
El hombre no puede evitar las lágrimas ante el cadáver de su hermano y con él, otros dos hombres, que entre llantos y amargura lamentan la pérdida de su hijo uno y de su amada el otro.
Ellos, a los que amaban y eran fallecidos, se habían hecho amigos y cómo un vínculo que los uniera, los que los lloraban también comenzaban a serlo. Después de quemar los cuerpos y compartir la respetuosa ceremonia de entregar estos al mar, los hombres solo tienen una idea común en la cabeza. Han de encontrar y vengar a los que asesinaron a su gente y para ello, han de ir al Marshiret. Este es el lugar, según antiguos ritos, donde reposan las almas de quien ha sido muerto injustamente, hasta que alguien aún vivo, haga justicia por ellos y eso hace que sus almas descansen en paz. Allí encontraran las almas de los que amaban y ellos les dirán quienes fueron sus asesinos.
No necesitan más para convencerse y tres marineros amigos, unidos por la misma leal causa, parten en una balandra con destino al horizonte y la libertad de su alma y de quien ellos tanto amaban.
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La balandra sigue por la cueva. La completa oscuridad es a veces mitigada por pequeños haces de luz que provienen de pequeños agujeros del techo de la caverna. En un momento llegan donde la nave no puede continuar pues el río de esta, se hace tan estrecho que no se lo permite, a cambio el suelo firme gana extensión y parece que cada vez es mayor. Los hombres toman tierra dejando bien amarrada la nave y con la espada en una mano y una lámpara en la otra, prosiguen su camino.
El terreno firme es cada vez mayor y los agujeros en el techo de la cueva son más grandes, haciendo que la oscuridad sea cada vez más mitigada. En un momento llegan al final de la cueva, esta acaba en algo parecido a un cráter, con el cielo cómo techo y, aunque pudiera parecer un paisaje encantador, este se antoja bastante sobrecogedor y sobrenatural. La luz se atenúa entre marañas de de arboleda y esta es tan alta que cuesta trabajo llegar a ver el final de ella. En cambio los sonidos que no son de animales conocidos, suenan de manera espectral y escalofriante.
Los hombres avanzan atentos a cualquier imprevisto y enseguida se lo encuentran. Una docena de seres, especie hombres, especie alimañas, ya que su torso y brazos son de hombre pero sus patas y cabeza asemejan un jabalí, pero con hachas en la mano, los esperan para acometerlos.
Los hombres se ponen en guardia y atacan a su vez. Los enemigos los superan en número ampliamente, pero su causa es noble y eso les da valor y entereza para acometerla. Los aceros chocan, haciendo que las fieras, sorprendidas por el arrojo de los hombres, cedan un poco en la contienda y eso hace que la victoria se ponga a favor de los marineros.
Uno tras otro, las fieras caen muertas por las estocadas de sus atacantes. Unos ven como la cabeza de su compañero se escapa de su cuerpo, justo un segundo antes de que sea la suya la que sea decapitada. Otros pierden algún miembro antes de que una espada atraviese su corazón y solo uno de las doce fieras, cae con varias heridas en el vientre, desangrándose y entregándose a una muerte lenta y dolorosa.
El marinero que perdió a su esposa antes de tenerla, iba a rematar a la fiera cuando una voz que conocía y que hizo que temblara su corazón, se lo impidió.
Era su amada, junto a otro hombre y un muchacho. Ella le rogaba que no matara a la fiera, no antes de que esta contara lo que habían venido a buscar. La fiera herida y las que yacían en el suelo, eran los bandidos que habían perecido en el asalto, ellos y otros forajidos caídos en el acto de sus fechorías, cuyo castigo era custodiar a sus víctimas hasta que ellas, bien por la justicia o por el transcurrir del tiempo, tuvieran que abandonar ese lugar. Y la fiera herida era uno de los bandidos, él sabía quiénes eran los otros y donde se encontraban.
Este sufría la agonía de una muerte lenta y dolorosa. Un marinero, cuyos ojos brillan porque al fin ha visto a su hermano, le ofrece una muerte rápida a cambio de que les cuente lo que necesitan saber. Él acepta y habla, cuando lo ha hecho, una firme estocada en el cuello le da lo que le habían ofrecido. Instantes después de morir, su cabeza y piernas vuelven a ser humanas, no siendo así con las otras fieras caídas en la contienda.
Había cometido un acto noble antes de morir y su destino será diferente al de las otras fieras, le dice un muchacho a su padre mientras acepta un libro que este le regalara. También le cuenta que tiene que partir de allí, hacia donde tendrían la paz, ya que la justicia había comenzado y ahora podría ser concluida. A cambio de lo que hicieron por ellos, podrían pasar una noche juntos, pero al amanecer ya se habrían marchado.
Tres marineros pasan las últimas horas de la noche junto a quien amaban. En ese tiempo tienen que concentrar toda una vida que estaba a punto de comenzar, pero no tienen más. No quieren dormir porque saben que al despertar ya no encontraran a su lado a los que quieren, pero saben, que ahora que su causa está casi cumplida, ellos siempre los llevarán en su corazón, a cada uno de ellos.
Una nave parte de la isla del Marshiret hasta donde tres marineros saben que esta su destino. Los hombres ya no llevan los objetos de sus seres amados, a cambio, atesoran en su interior a los suyos y entre ellos, la lealtad y la amistad que ahora está más fortalecida.
Al llegar a puerto dejarán la nave atracada allí. Si al transcurrir del tiempo, la balandra continua allí, será que tres hombres han terminado de cumplir una cuenta pendiente, y las gentes, al ver el barco, cantarán una canción en honor a los tres marineros.
Tres marineros quieren cruzar
la línea del Marshiret.
Donde van a buscar
el alma de la libertad.
Uno lleva un pañuelo al cuello
bordado, con letras en color
el nombre de su amada.
Otro tiene en la mano
un libro, que a su hijo regaló
y que este le devolvió.
El otro lleva al cuello
una medalla, que era de su hermano,
al que nunca conoció.
Tres marineros van
donde las almas asesinadas
esperan ser liberadas.
Para que en justicia
quien los asesinó
sean castigados.
Así ellas puedan descansar
Tres marineros siguen
la línea del horizonte,
hasta la isla
en que deberán luchar
con las fieras que guardan,
las almas de los que aman.
Para rescatarlos y preguntarlos
¡Quien los asesinó!
Para después vengarlos
Tres marineros llevan
espadas en la mano,
dispuestos a luchar
por la justicia y la libertad. _________________ Que el sonido de una balada... dé calor a vuestros corazones
Tres marineros llevan
espadas en la mano,
dispuestos a luchar
por la justicia y la libertad. _________________ ¡¡¡ PUXA ASTURIES !!!
LA CRUELDAD ES LA FUERZA DE LOS COBARDES.
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