La historia de Fernando Alonso (Oviedo, 1981) es la del joven prodigio
que nació piloto y exigió, con talento y trabajo,
el lugar que le correspondía en el exclusivo mundo de la velocidad.
No había tiempo que perder y su vida siempre ha transcurrido como
las carreras en las que participa, vertiginosa. Devoraba los
días y los meses como kilómetros sobre su monoplaza y fue
quemando etapas mucho antes que cualquier joven su edad. Heredó la
afición a las carreras de su padre, José Luis Alonso, quien construyó
con sus propias manos el primer kart de la familia. Tras el intento
fallido de introducir en la competición a su hija Lorena, de ocho
años, adaptó el kart para el pequeño Fernando Alonso. Sólo
tenía tres años.
Ante la dificultad para encontrar pilotos de su edad, siempre
competía con niños mayores que él. Desarrolló una madurez
impropia para su edad y se acostumbró a batir récords de precocidad.
Con nueve años ganó los campeonatos asturiano y vasco en la categoría
cadete, con niños tres o cuatro años mayores que él. "Al principio
empezó como un juego, pero desde muy pronto se vio que tenía
más picardía que los demás", comenta José Luis. Empleado
en una fábrica de explosivos de La Manjoya -a las afueras de Oviedo-,
su padre se hizo cargo de todos los gastos en los primeros años.
Sin embargo, en 1991 las cosas empezaron a desbordarse, ya que los
desplazamientos eran cada vez más largos y el coste del material
muy elevado.
Alonso siempre fue consciente del esfuerzo que estaba haciendo toda
la familia. "La única forma de seguir adelante era que Fernando
lograra victorias. Sabía que dependía de él y no falló". En
1993 ganó una prueba en Mora de Ebro (Tarragona) que serviría
para catapultar su carrera. Allí se cruzó en su camino Genis
Marcó, un importador de karts que se quedó maravillado
ante la exhibición de un pequeño que todavía no había cumplido los
12 años. "Después de esa carrera, Marcó dijo que Fernando disputaría
con su equipo el Campeonato de España y ya dejé de ser su mecánico.
Ganó el Campeonato de España de 1993 en categoría júnior,
y hasta siempre", dice José Luis Alonso, dando a entender
que a partir de ahí la familia Alonso perdió a Fernando de alguna
manera. Volvió a conquistar el título nacional dos veces más y en
1995 dio el salto a la competición internacional.
El piloto asturiano hizo las maletas rumbo a Italia para competir en el
selectivo Mundial de karts. Allí coincidió con un finlandés que
ya apuntaba grandes cosas, Kimi Raikkonen. En su primer año mundialista
logró el tercer puesto y una temporada más tarde, con 15 años, era campeón del
mundo. Los viajes a Italia en el Peugeot 405 de José Luis empezaron a hacerse
habituales para disputar el campeonato transalpino. Eran tiempos de austeridad y
exigencia que marcaron a Fernando. "Yo salía de trabajar en la fábrica de
explosivos el viernes a las cinco de la tarde, cogíamos el coche y
conducía durante toda la noche, mientras Fernando iba dormido en el
asiento trasero", explica. En la carrera se encontraban con "otros competidores
que llegaban en 'Porsche' o en avión", además de poseer el último modelos de
mono o casco, mientras que Fernando tenía que "ahorrar dos años para
comprarse un único casco, que debía servirle para cuatro años".
Alonso avanzaba a pasos agigantados y los retos se le iban quedando pequeños.
Hacía falta un nuevo giro en su vida y éste llegó de la mano de Adrián
Campos. El valenciano buscaba un sustituto en la Fórmula Nissan
para Marc Gené, que pretendía entrar en la Fórmula 1. Fernando no tardó en
aprender lo que era un monoplaza con marchas y el resultado fueron nueve 'poles',
seis victorias y ocho vueltas rápidas. Sin permiso de conducir y con sólo 17
años era el más veloz en la pista. Subió un escalón más con su paso a la
Fórmula 3000, la antesala de la F-1. Costó que la escudería Astromega
confiara plenamente en ese chico de Asturias nacido para esto, pero cuando lo
hicieron todo cambió. En Hungaroring llegó su primer podio en la
categoría y en Spa-Francorchamps (Bélgica) ganó la última
prueba de la temporada tras marcar la 'pole' y la vuelta rápida. Cuando Alonso
bajó en Spa del podio los grandes de la Fórmula 1 comenzaban a rifarse a ese
futuro campeón del mundo. Pero fue Renault, con el italiano
Flavio Briatore a la cabeza, quien se adelantó. Cinco años de camino
hacia lo más alto.
Primero fue cedido al equipo Minardi, con el que debutó el 4
de marzo de 2001, en Australia -fue duodécimo-. "A mí me ganaban los
coches, no los pilotos", dice Alonso. En 2002, Renault ya le reclamó como piloto
probador y reserva, y mediada la temporada anunciaba que uno de los dos
monoplazas oficiales, el que dejaba vacante el británico Jenson Button, sería
suyo en 2003. En marzo de ese año firmaba en Malasia su primera 'pole',
siendo el piloto más joven en conseguirlo, y en la carrera era tercero,
convirtiéndose en el segundo español en pisar el podio tras el Marqués de
Portago, en 1956. Un nuevo podio en Brasil, a pesar de un aparatoso
accidente, y su segundo puesto en Montmeló confirmaron que Alonso ya era una
realidad.
Pero su gran momento ese año estaba todavía por llegar. El 24 de
agosto de 2003, en Hungaroring, se convertía en el piloto más joven en
ganar un Gran Premio de Fórmula 1. Ya estaba instalado en la elite y no hizo más
que rubricarlo en 2004, donde luchó con los grandes de tú a tú para ser cuarto
en el Mundial de pilotos, con 59 puntos. Sin embargo, ha sido en 2005,
cumpliendo las predicciones de Briatore, cuando Alonso ha dado el golpe de
efecto definitivo.
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