Ventaniellla es una pradera ondulada, surcada por varios muros de piedra y
rodeada de hayedos repletos de vida salvaje. Las únicas construcciones humanas
son una pequeña ermita y una casería cuyo origen se cree que se remonta al siglo VIII. Se sabe que en aquella época la ruta del Puerto de Ventaniella era una de
las más asequibles de cuantas atravesaban la Cordillera Cantábrica y parece muy
probable que ya entonces existiera una venta (de la cual derivaría el nombre de Ventaniella) a modo de albergue para los viajeros que se aventuraban por estos
montes (desde comerciantes hasta partidas de musulmanes). Pronto en su dilatada
historia, fue adquirida por el pueblo de Sobrefoz y, desde entonces, su
aprovechamiento se subasta entre los vecinos, asumiendo el arrendatario la
condición de mantener abierto un bar en la casería (aunque lo habitual es que
además ofrezca alojamiento y comidas).
Por otro lado, en la pequeña
ermita se oficia una misa cada 24 de agosto con motivo de una concurrida y
animada feria de ganado. No quedan muy lejos los
tiempos en que los ganaderos de los pueblos del entorno acudían al certamen
siguiendo los caminos y cruzando los puertos tradicionalmente utilizados por sus
antepasados. Sin embargo, el imparable "desarrollo" ha facilitado los accesos
rodados y ahora la mayoría de los ganaderos y turistas acuden motorizados a esta
celebración, lo que le resta atractivo y romanticismo.
Desde hace unos años, la pista forestal que unía Ventaniella con el pueblo
pongueto de Sobrefoz se ha asfaltado en 6 de sus 8 km. Como los dos últimos, que
siguen siendo de tierra, se encuentran en buen estado, lo habitual es que los
excursionistas dejen sus vehículos aparcados a la entrada misma de la majada. En
cualquier caso, este hermoso trayecto es ideal para los amantes de la bicicleta
de montaña.
Listos para iniciar nuestra marcha hacia el Arcenorio, después de llenar la
cantimplora en el abrevadero de la casería, echamos a andar por el camino que
sube directamente hacia el hayedo de nuestra izquierda, en dirección al Puerto
de Ventaniella. La subida es agradable y no excesivamente costosa hasta alcanzar
una mole de roca que nos cierra el paso obligando al sendero a girar bruscamente
hacia la derecha. En esta curva existe un monolito que señala la desviación
hacia el Arcenorio y que nos indica que debemos seguir por la izquierda de la
peña. Al darle la vuelta al risco, enseguida vemos el camino que sube haciendo
eses por un pedrero (incluso hay varias flechas amarillas pintadas en las
piedras para señalizar la senda). Tras otro pequeño repecho, continuamos casi
sin desnivel atravesando una ladera empinada. Muy abajo, avistamos algunos
montañeros que cruzan el puerto en dirección a la casería, procedentes del valle
leonés de Valdosín.
Hemos dejado por debajo de nosotros el límite altitudinal del bosque y la
vegetación dominante ahora son brezos, tojos y piornos. Las chovas vuelan en
pequeños grupos y, a cada paso, asustamos a las pequeñas bisbitas. Sin embargo,
el susto nos lo llevamos nosotros cuando una quincena de perdices pardillas
levantan el vuelo escandalosamente a un par de metros de nuestros pies. Nuestro
próximo objetivo es el collado de Las Arriondas que vemos, al final
del valle de
Las Castellanas, como un paso entre las altas cumbres de Peña Ten y Pileñes. El
carácter diferente de una y otra montaña queda perfectamente
descrito en un dicho local que dice:
Peña Ten y Pileñes buen par de peñes,
Ten pa les cabres y Pileñes pa les oveyes.
De entre los varios caminos que llevan al collado, lo mejor es elegir uno de
los que se dirige hacia el arroyo con poco desnivel, pasando por debajo del
piornal. En cualquier caso, noios caminos y todos ellos nos llevarán valle
abajo hacia la majada del Arcenorio. De todas formas pronto prescindimos del
sendero para descender directamente a través de los pastizales, según la época
del año, coloreados por narcisos, gencianas, violetas o azafranes entre
otras muchas flores. Muy pronto, veremos frente a nosotros unas enormes moles de
roca desprendidas de las cresterías de Peña Ten durante una tormenta hace años.
ahora sirven para dar sombra al ganado durante los calurosos días del verano y
es raro no encontrarse a las vacas sesteando entre sus recovecos. Desde aquí, el
camino llanea hasta alcanzar las primeras cabañas de piedra del Arcenorio. Vacas
y caballos pastan dispersos por la pradería y entre ellos corretean bisbitas,
collalbas y alguna alondra. Un poco más adelante llegaremos al abrevadero
situado justo enfrente de la ermita, en torno a la cual, hace ya bastantes años,
se reunían los pastores de los Beyos para honrar a la Santina y celebrar una
tradicional feria de ganado ahora olvidada.
Repartidas por la majada veremos una docena de pequeñas cabañas, tan
perfectamente integradas en el paisaje que casi pasan desapercibidas.
Habitualmente estaremos solos a menos que coincidamos con algún pastor que haya
subido a ver a su ganado, en cuyo caso tendremos asegurada una charla amena e
interesante, en la que no faltarán comentarios acerca de las últimas lobadas de
la zona.
Desde el Arcenorio varios caminos parten hacia otros tantos collados que dan
paso hacia Sajambre, La Uña y San Juan de Beleño. Este último permite visitar el
bosque de Peloño, uno de los hayedos más importantes de la región.
Mientras descansamos tumbados sobre la hierba, reflexionamos sobre la
creencia de que éste fue uno del lugares donde se reunieron los astures y los
cántabros, encabezados por Don Pelayo, para prepararse para combatir a los
musulmanes. Fuera así o no, es difícil imaginarse a aquellas gentes recorriendo
estos mismos caminos o charlando relajadamente en el mismo sitio donde lo
volvemos a hacer nosotros muchos siglos más tarde. En cualquier caso, mientras
dejábamos volar nuestra imaginación por la historia, la sombra de Peña Ten se ha
ido alargando hasta apagar el sol en toda la majada. Nos echamos la mochila a la
espalda y emprendemos de nuevo la subida hacia Las Arriondas.
Casería de Ventaniella- Puerto de Ventaniella- LasCastellanas- Collado de las
Arriondas. Majada del Arcenorio
14 km (i/v)
Transporte recomendado: a pie, en bicicleta.
Mejores épocas de visita: primavera, verano, otoño.
Dificultad de la ruta: muy alta.
Fuente de información:
Luis Frechilla
García