Hace ahora 65 años
que Orson Welles atemorizó a la sociedad norteamericana con la adaptación
y dramatización radiofónica de la mítica obra de H. G. Wells
'La guerra de los mundos'. El objetivo no era otro que poner sobre aviso a la
población de que existía la posibilidad de una invasión extraterreste.
A partir de entonces, la mística sobre platillos volantes, hombrecillos
verdes y luces letales ha ido adquiriendo tal resonancia sociológica que
hasta las agencias de inteligencia -ahí está la CÍA como
ejemplo- han hecho lo indecible para hacerse con su control.
El escritor gijonés Antonio Fontela, abducido por cuantos testimonios
nos alertan de que no estamos solos en el Universo, se ha embarcado en una fascinante
aventura en la que este fenómeno O. V. N. I. adquiere una dimensión
inédita hasta ahora. En la obra que acaba de publicar, 'Asturias, paraíso
sobrenatural', traza una amplia panorámica sobre cuestiones tales como:
¿existen los ovnis? ¿Quién se manifiesta en el aparicionismo
religioso? ¿Acaso alguien pudo haber obtenido realmente la Piedra Filosofal?
Pero, sobre todo, ahonda en la relación que ha tenido y tiene nuestra
región con todos estos interrogantes.
Y la forma de hacerlo
no es una mera plasmación de hechos, sino una recomposición erudita
en la que conjuga con gran maestría la alquimia, las visiones apocalípticas
y la ufología para conformar una peculiar cuadratura del círculo.
Ésta tiene precisamente a Asturias como «centro de transmutación,
revelación y avistamiento de lo que para unos han sido realidades veladas
y, para otros, sólo quimeras».
Los datos ahí
están. Según el Catálogo Asturcar, entre 1900 y 1995, en
la región se han registrado unos 150 avistamientos de objetos volantes
no identificados, pero en el del CIOPA (Catálogo de Informes Ovni del
Principado de Asturias) la cifra experimenta un aumento considerable y se sitúa
en los 204 casos. Dos de ellos, localizados en el aeropuerto de Asturias y Gijón
(1969) y en Arroes, en Villaviciosa (1978), fueron considerados 'materia clasificada'.
El primero fue
observado por el mismo jefe de tráfico del aeropuerto y luego por los
gijoneses que, asombrados por el fenómeno, no dejaron de mirar al cielo
en todo aquel mágico 26 de junio. Una especie de balón de color
blanco acero, de unos 15 metros de diámetro, surcó el cielo cambiando
de color mientras evolucionaba con cierta rapidez. El segundo, avistado el 26
de agosto, tuvo su manifestación terrestre en un estruendo que sobrecogió
a quienes lo oyeron. Éstos, que descansaban en su hogares, se despertaron
sobresaltados y se quedaron paralizados al verse cegados por una intensa luz
«que iluminó el lugar como si fuese de día».
Los antecedentes
El fenómeno
ovni, uno de los mitos más controvertidos y apasionantes del siglo XX,
aparece ya, según Fontela, como una de las preocupaciones y de los enigmas
del control áereo estratégico en plena guerra fría, tanto
en el 'mundo libre' como tras el 'Telón de Acero' y el 'Telón
de Bambú'. Además, constituye un «formidable y legítimo
reto para hacer 'buena' ciencia, tanto experimental como social», y tratar
de explicar o describir «qué es lo que ocurre o qué se cree
que ocurre».
Desde su punto
de vista, el asunto 'platillero' se tornó mucho más complejo e
inquietante cuando «los aéreos ovnis ya no sólo eran protagonistas
de una serie de 'innegables' observaciones visuales y electrónicas, sino,
cuando, además, esos ovnis y sus 'tripulantes' comenzaron a 'interactuar'
con el entorno de su aparición y con sus supuestos testigos».
La interpretación
contemporánea -«más popular y respaldada por todo un antiguo
acervo mítico, filosófico, teológico y literario»-
es la 'hipótesis extraterreste', que convierte a los ovnis en «formidables
naves de unos tecnocráticos como surrealistas cosmonautas procedentes
de otros planetas». Y tal hipótesis actualiza, en opinión
de Antonio Fontela, la rancia creencia sobre la 'pluralidad de los mundos habitados',
«como ya había argumentado Fontenelle hace más de 300 años».
El criterio tecnocientífico
apoya, por su parte, la intuición existencial o la conjetura científica
de que «quizá no seamos la única entidad biológica
del cosmos capaz de existir y evolucionar».
Los investigadores
En todo caso, los
ovnis forman parte ya de la fenomenología mundial, y Asturias no ha sido
ajena a ella. La 'ufología' española -y con ella, la asturiana-
se desarrolla, paralelamente al creciente tratamiento mediático mundial,
a partir de las décadas de los 40 y 50, aunque el interés se incrementa
a lo largo de los años 60 y 70. Es entonces cuando comienza a cobrar
carta de naturaleza la labor de investigadores como Ignacio Blanco, José
Luis Caso, Ignacio Fuente, Carlos León, Fernando de Silva o Iván
Vázquez.
La que aporta ahora
Manuel Fontela se retrotrae al medievo y recupera un relato sobre una increíble
moza llamada Oria. La historia de esta «endemoniada proverbial y espectacularmente
exorcizada en la catedral de Oviedo a finales del siglo XII» hablaba de
que el demonio que la poseía la llevaba en ocasiones en «una nube
de tormenta» que bombardeaba «las cristianas y ovetenses huertas
y casas con pedriscos grandes como puños».
El 'affaire Oria',
como se refiere Fontela a esta excepcional 'nubera', fue medio milenio más
tarde socarronamente comentado por el mismísimo Feijoo y hoy seguramente
habría merecido «una interpretación ufológica».
Recuerda a los nuberos que, al decir de los vaqueiros, eran «hombres chamuscados
y quemados, pequeños a veces y muy altos otras, que podían ostentar
un curioso gorro o sombrero, o no». Sin embargo, la añeja descripción
del astur 'nuberu' tradicional, atribuida a Jove y Bravo, nos lo presenta como
«un hombrín pequeñucu, vieyu y arrugau como una mayuca y
negru con la pez».
«¿Mitología
primitivista, o superstición de antaño?», se pregunta Antonio
Fontela cuando especula sobre lo inexplicable. Pero también hace hincapié
en que ése es sólo uno de los muchos relatos que hablan de encuentros
de personas de toda clase y condición con «inopinados hombrecillos,
humanoides o monstruos».
Para Antonio Fontela,
nuestro acelerado acervo cultural ya no nos faculta para hablar de 'nuberus'
viajando en sus nubes o cayéndose de ellas, sino «de marcianos
o extraterrestres tripulando platillos volantes, OVNIS y VEDS (vehículos
extraterrestres dirigidos) explorando el terreno con alguna intención
tecno-científica y sosteniendo hynekianos 'Encuentros del Tercer Tipo'
con estupefactos testigos».
Y lo remata así:
«Los ovnis, básicamente, nos hablan o nos reconducen hacia nosotros
mismos y nuestras paradojas culturales, en un discurso excéntrico, pero
no frívolo».
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