En muy poco tiempo tres
destacados economistas han coincidido en emitir opiniones sobre Asturias que
contradicen el pensamiento políticamente correcto vigente en la región. Lo hizo
primero Zulima Fernández, vicerrectora de la Universidad Carlos III, cuando
afirmó que «si el discurso oficial ya me parecía viejo hace diez años, imagínese
ahora». Luego Mauro Guillén, un leonés medio asturiano, que se licenció en
Económicas en Oviedo y que es en la actualidad catedrático en Pensilvania
(Estados Unidos), dijo que el mayor problema de Asturias es que se ha
acostumbrado a vivir del subsidio, que no ha participado en el proceso de
especialización a que obliga la globalización para tener éxito y que su gran
reto pendiente es ser capaz de insertar a su propia gente, algo que no logra
después de haberle dado una buena formación.
En fin, el profesor Álvaro
Cuervo, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y consejero de algunas
de las mayores empresas de España y Portugal, criticó también las ayudas
públicas, cuyo efecto calificó de «adormidera» y que, además de sacar a las
empresas del mercado, contribuyen a que la gente persevere en la idea de que las
soluciones para Asturias han de venir de fuera.
Fiel a unas ideas que con
evidente coraje lleva sosteniendo contra corriente desde hace hace mucho tiempo,
Cuervo, que repitió una vez más que Asturias, al defender la supervivencia de la
minería y obsesionarse por el empleo industrial, sigue apostando por el pasado,
añadió una opinión que en esta región suena a provocadora: las infraestructuras
no resuelven el problema de Asturias. Yañadió que para mejorar el dinamismo de
la región hacen faltas cambios institucionales que generen confianza en los
emprendedores, así como reducir la conflictividad y aumentar drásticamente la
«alfabetización tecnológica» y no fiarlo todo a la ampliación de El Musel o a la
construcción de la variante ferroviaria de Pajares.
Lo que dice Cuervo puede
resultar llamativo, pero no debería ser tomado como una mera provocación o una
originalidad sin base. En lo que respecta a las grandes infraestructuras de
comunicación, en Asturias se corre el peligro de contemplarlas como un fin,
cuando sólo son un medio, aunque sin duda importantísimo. Asturias las necesita,
y debe reclamar del Estado que las construya para competir en un plano de
igualdad con otras regiones, pero por sí mismas no le servirán para mejorar si,
a la vez, no se logra crear una oferta atractiva. Y de lo que tiene que tomar
conciencia Asturias es de que esa iniciativa compete a la propia región e
involucra a todos, desde las instituciones a los emprendedores, pasando por los
sindicatos y los ciudadanos de a pie.
Los discursos críticos, como
los de estos economistas, contrastan con el que puede considerarse como oficial
en la región y cuyo más calificado representante es el actual presidente del
Principado. Según la visión de Areces, Asturias ya ha superado lo peor o está en
trance de hacerlo con la conclusión de las grandes obras públicas que ya están
en marcha.
Cada una de las dos posiciones,
la optimista u oficial y la crítica, admite múltiples variantes e incluso hay
sitio para la equidistancia. Desde hace mucho tiempo Asturias es la región más
analizada de España, pero no por ello deja de seguir valiendo el diagnóstico de
Ortega y Gasset de que lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa.
Una forma de orientarse es
remitirse a los hechos. Y en ese aspecto parece evidente que en Asturias los
resultados se sitúan tozudamente por debajo de las expectativas optimistas. Su
economía crece, pero porque, afortunadamente, lo hace la española, de la que va
al rebufo, siempre a la cola. Mejoran lentamente las comunicaciones, pero no la
balanza comercial de Asturias, porque el dinamismo exportador queda reducido a
los sectores y empresas tradicionales y apenas se incorporan otras nuevas. La
iniciativa privada es, al fin, reconocida por todos como el motor necesario y
único de la región, pero, según el INE, Asturias fue en 2004 la segunda región
española que menos empresas creó.
Según un reciente estudio de
Comisiones Obreras, en los últimos diez años 30.000 jóvenes se han visto
forzados a emigrar de Asturias. En una región de población envejecida, esta
sangría de jóvenes es, más que dolorosa, peligrosísima. Y para los que quedan en
la región el horizonte no siempre es halagüeño. Otro estudio revela que tres de
cada cuatro menores de 35 años siguen viviendo en el domicilio de sus padres,
ante las dificultades para emanciparse. En fin, SADEI ha calculado, a partir de
los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) que de los 45.800
asturianos que se declaran parados 17.700, es decir, un 36,5%, son titulados
universitarios.
El Gobierno asturiano, cuyo
presidente incurrió en su día en el error de calificar de «leyenda urbana» el
éxodo de los jóvenes mejor preparados, se ha tenido que rendir a la evidencia y
acaba de anunciar un plan de empleo joven, dotado con 40 millones de euros, con
el que el Principado pagará a las empresas la cotización a la Seguridad Social
de los titulados universitarios y de Formación Profesionalque incorporen. La
idea ha tenido una buena acogida y ahora hace falta que se aplique bien para que
resulte eficaz y no quede en un gesto propagandístico de eficacia efímera, como
no pocos planes de empleo.
tro tanto cabe exigir del nuevo
plan de ciencia, innovación y tecnología (2005-2008), actualmente en fase de
proyecto y que debería mejorar la bajísima dedicación de las empresas asturianas
a la investigación, una tarea que en la actualidad descansa de forma poco menos
que exclusiva en la Universidad.
Esta es la apuesta pendiente de
Asturias. Mejorar la cualificación, con trabajadores bien preparados, incorporar
las tecnologías más eficientes y desarrollar la investigación propia son
respuestas obligadas a la globalización, porque ésa es la forma de conseguir una
competitividad en los mercados internacionales, que incluyen la propia Asturias,
adonde llegan productos de otros países. Y para Asturias, que todavía no está en
plano de igualdad con otras regiones españolas en cuanto a dotaciones básicas,
es, además, una tarea muy urgente, si se tiene en cuenta lo que se perfila en su
horizonte: una reducción drástica de los fondos europeos y, dentro de España, la
amenaza que lanzan a la solidaridad interregional quienes pretenden hacer suyo
también ese símil surgido últimamente en Cataluña de quedarse con la gallina y
ver luego cuántos huevos les sobran para darlos a las regiones españolas que los
necesitan.
Asturias debe esforzarse en
jugar un papel digno es una España pujante, moderna y solidaria, sin esperar a
que los demás vengan a resolver nuestros problemas. Por eso debemos tener claro
en primer lugar qué es lo que nos pasa, prestando atención a discursos como los
de Cuervo, Zulima Fernández y Guillén, que rompen algunas visiones que
cuestionan el espejo en el que nos venimos mirando.
Fuente de información: lne