Una lenta agonía que parece no
tener fin. Así se podría describir el recorrido por la historia de uno de los
lugares emblemáticos del concejo de Piloña. Sus orígenes quedan reflejados
en una leyenda medieval, que cuenta como la Virgen se le apareció allí a
un caballero lusitano que se había retirado a aquel rincón recóndito tras
batallar con los invasores árabes y perder a su amada.
Sin embargo, no se tiene
constancia de su existencia hasta el siglo XVI, cuando se creó una capilla
dedicada a la Virgen de La Concepción. También hay documentación en la que se
refleja la creación en 1564 de una cofradía a cuyo cargo estaba un hospital de
peregrinos atendido por monjes franciscanos. Y es que el Santuario de La Cueva
se encuentra en un enclave por el que, desde la meseta y a través del Camín Real
del Sellón, los peregrinos se dirigían a Oviedo para visitar al Salvador antes
de dirigir sus pasos a Santiago de Compostela. Las principales reformas y
ampliaciones se llevaron a cabo en el siglo XVIII, cuando se construyeron
diferentes capillas y el puente de piedra que comunicaba el recinto con el Campo
de los Romeros, al otro lado del río. También es de esa fecha la imagen actual
de la Virgen que, en estos días, tiene su hogar en la iglesia de Santa Eulalia
de Ques.
Hasta ese momento el santuario
gozaba de una repercusión religiosa cercana a la de Covadonga y llegó a albergar
la visita de la reina Isabel II en 1858. Para que la comitiva pudiese acercarse
al templo, fue necesaria la construcción de un puente provisional sobre el río
Piloña, ya que el existente no permitía el paso de las carrozas reales. Sin
embargo, a lo largo del siglo XX empezó su lento declive. En 1936 se convirtió
en una improvisada fábrica de pólvora y sus instalaciones quedaron afectadas por
el paso del tiempo. Una serie de reformas realizadas, quizás de forma
precipitada, a partir de 1965 cambiaron radicalmente su aspecto, alejándolo de
la filosofía original de recogimiento.
Las obras, que concluyeron en
1983, recuperaron en parte su prestigio, convirtiéndolo en un lugar habitual de
parada para los turistas y un enclave muy atractivo para aquellos que buscaban
celebrar su enlace matrimonial en un lugar especial. Así siguió hasta que el 16
de junio de 2000 parte de su techumbre se desprendía a la una de la tarde sobre
la casa de los guardeses del templo. Por fortuna, no hubo que lamentar
desgracias personales, pero el Santuario entraba entonces en lo que parece ser
una agonía sin fin. Después de cinco años, la herida sigue abierta y no parece
que haya dinero suficiente para curarla. Los piloñeses ven con pena como la
leyenda de La Cueva languidece.
Fuente de información:
ElComercioDigital