Para realizar esta travesía costera partimos de
Cuevas de Mar, una hermosa
playa protegida por acantilados no muy altos, en los que se abren numerosas
cavidades que apetece explorar en cuanto baja la marea. A la derecha de la
carretera sale una pista que, atravesando una zona de espeso matorral, nos
permite asomarnos a la rasa. Al otro lado de las verdes praderías distinguimos
la pequeña ermita de San Antonio, levantada en lo alto del Cavo de Mar, y hacia
ella nos dirigimos siguiendo alguno de los caminos que bordean los prados de
siega. Desde la ermita la vista es espléndida: hacia el oeste la costa de
Ribadesella extendiéndose a los pies de la Sierra del Sueve y hacia el sur, como
si mirásemos a través de una ventana, los Picos de Europa.
Después de hacer las fotos oportunas, descendemos del cabo hacia el este para
tomar el camino que recorre toda la línea de costa, dejando a nuestra izquierda
la pequeña y solitaria playa de San Antonio, tan sólo frecuentada por los
andarríos chicos. La senda discurre entre el acantilado y los prados de la rasa,
por una franja de terreno invadida por brezos, tojos y helechos sobre los que
revolotean multitud de mariposas, especialmente los días soleados. En este tramo
del recorrido existe la posibilidad de observar gran cantidad de aves entre las
que destacan el halcón peregrino, la tórtola turca, la curruca rabilarga, el
buitrón, la lavandera boyera y la buscarla pintoja. En las rocas que sobresalen
del mar es fácil descubrir al cormorán moñudo y las gaviotas patiamarillas nos
acompañan durante todo el camino. Además, en el invierno, son frecuentes grandes
bandos de palomas torcales, zorzales y estorninos.
Un poco antes de llegar a la playa de Huelga,
las zarzas y los helechos pueden hacer difícil distinguir la senda,, sobre todo
en el verano cuando alcanzan su mayor desarrollo. En este supuesto conviene
bordear los prados hasta cruzarnos con algunas de las pistas que nos llevarán
directamente hasta La e de la mano y, mientras se hacen las fotos de rigor, uno
se pregunta en qué momento del año coincidirá la salida del sol justo a través
del hueco del islote...
Para continuar nuestra travesía debemos salir de la playa a través del
merendero y tomar una pista que se dirige nuevamente hacia el acantilado unos
metros más adelante. Allí cerca, encontraremos un curioso sistema de
poleas instalado en lo alto de una profunda y angosta cala. Este artilugio se
utiliza para recoger el ocle ( algas rojas del genero Gelidium ) que depositan
las mareas en el fondo del entrante de mar. A partir del ocle se obtiene el agar
que
tiene
numerosos usos industriales.
El camino vuelve a ser estrecho y continuamente nos asoma a rugientes calas
batidas por el mar. Hacia el interior, las flores ponen un toque de color en los
prados de siega separados por setos de zarzas. De esta forma llegamos a la playa
de Gulpiyuri, hundida en medio de la verde campiña y situada, sorprendentemente,
unos 100 m por detrás de la línea de costa. Una galería subterránea atraviesa el
acantilado y permite que el agua inunde parte del arenal durante la pleamar.
Geológicamente, Gulpiyuri es una dolina, una depresión formada por la disolución
del sustrato calcáreo, y es otra consecuencia más del modelado cárstico de
la costa llanisca.
El sendero continúa después bordeando prados literalmente tapizados de altas
gramíneas. En el verano es fácil que nos vayamos cruzando con los bañistas que
se acerca hasta aquí desde la cercana playa de San Antolín, de la que
tenemos una magnífica panorámica desde el promontorio por el que nos aproximamos
caminando. Es un extenso arenal muy expuesto al mar, por lo que son frecuentes
los surfistas, en el centro del cual desemboca el río Bedón describiendo
amplios meandros. Un poco más hacia el interior, oculta por la arboleda de la
ribera, de encuentra la iglesia-monasterio de San Antolín de Bedón, declarada
monumento histórico-artístico. Se trata de una construcción de estilo
románico que data del siglo XII . Una leyenda justifica su curioso
emplazamiento ya que cuenta cómo un personaje de la época, el Conde de Munazán,
llegó hasta este lugar persiguiendo un jabalí. En ese momento apareció ante sus
ojos una luz misteriosa que fue interpretada como un milagro, motivo más que
suficiente para levantar el pintoresco conjunto de edificios. Para visitarlos
debemos caminar unos cien metros por la carretera en dirección a Posada de
Llanes y, después de pasado el río, tomar una pista a la izquierda.
Tras el baño, si las frías aguas del Cantábrico lo permiten, y una comida
restauradora a la par del mar, emprendemos el regreso por el mismo camino ( a
menos que hayamos utilizado algún truco para tener un vehículo esperándonos en
San Antolín, ya sea venir a hacer la ruta con dos coches y dejar uno en cada
playa o intercambiarnos las llaves con algún conocido que haga el recorrido en
sentido contrario).
Cuevas del Mar- Cabo de Mar- Playa de Huelga-Playa de Gulpiyuri-Playa de San
Antolín
6 km (12 km i/v )
Transporte recomendado:
a pie
Mejores épocas de visita:
primavera, verano, otoño, invierno.
Dificultad de la ruta:
media
Información: Luis Frechilla
García