Buscando una idea básica con la que describir la naturaleza cantábrica en
unas pocas líneas, me viene a la mente una y otra vez la imagen de un paisaje de
montaña velado por la niebla, recorrido por una brisa fresca y húmeda, en el que
sólo se oyen las voces de los pastores y el tintineo relajante de los cencerros
del ganado. Aunque sé que no es más que una imagen subjetiva, quizás también
algo romántica, estoy convencido de que refleja a la perfección el ambiente de
la montaña y la naturaleza asturiana. Es una visión que añade, sin pretenderlo,
un componente humano a una escena supuestamente salvaje, imaginada lejos de
cualquier núcleo de población. Y es que es imposible entender el paisaje natural
asturiano sin incluir al hombre y sus costumbres, sus brañas típicas y sus
aldeas, en las que se mezclan casas, cuadras y hórreos de una forma desordenada.
Es más, son estos elementos humanos, cuando conservan todo su aspecto
tradicional, los que le dan personalidad al paisaje y lo sitúan en un lugar
geográfico preciso.
El Principado de Asturias ocupa una superficie extremadamente montañosa del
norte peninsular, apretujada entre el mar y la Cordillera Cantábrica. Su
complicada orografía supuso desde siempre un serio obstáculo para las
comunicaciones no sólo con las comunidades vecinas, sino también entre
localidades de dentro de la región. Este relativo aislamiento, que ha perdurado
hasta no hace muchos años, propició el desarrollo de una cultura asturiana
propia, limitada con increíble precisión al ámbito regional pero con sensibles
diferencias entre unas zonas y otras. El relieve montañoso también condicionó o
incluso, en ocasiones, impidió la colonización y el aprovechamiento humano
de gran parte del territorio. Solo así se puede explicar que Asturias haya
llegado a las puertas del nuevo milenio conservando un patrimonio natural
realmente privilegiado, en un mundo que, cada vez más, sufre las consecuencias
de muchos años de desarrollo incontrolado.
Actualmente, tan sólo el área central de la región, de relieve más suave y
favorable, se encuentra fuertemente habitada: aquí se concentra la
industria, las principales vías de comunicación y las ciudades más grandes. Mas
de la mitad del millón largo de habitantes del Principado viven y trabajan en
este pequeño triángulo central, en las áreas urbanas de Oviedo, Gijón, Avilés y
en las capitales de las cuencas mineras ( Langreo y Mieres ). Por el contrario,
el resto del suelo astur, que constituye la mayor parte de su superficie,
mantiene un carácter rural tanto menos modificado cuanto más apartado y peor
comunicado se encuentre. La densidad de población decrece drásticamente en
los concejos asentados en las zonas más agrestes y es allí donde se conservan
los principales valores de la naturaleza cantábrica, lo suficientemente
importantes todavía como para albergar a los más sobresalientes ( y
vulnerables ) representantes de la fauna del norte peninsular: el oso, el lobo,
y el urogallo.
Hoy, este mundo rural, con sus usos tradicionales respetuosos con el medio
ambiente, atraviesa por momentos de crisis y necesita encontrar nuevos modelos
de desarrollo. Una de las soluciones más interesantes que se le presentan es la
explotación del turismo rural o ecológico, una importante fuente de riqueza
económica basada directamente en la calidad ambiental de una comarca. Pero el
turismo es un arma de doble filo capaz de destruir para siempre aquello que era
objeto de admiración. Tanto el turista fascinado por el mundo natural como los
territorios que pretenden basar su economía en esta actividad tienen, y
deben asumir, una enorme responsabilidad en lo que se refiere a la conservación
de nuestro maltrecho entorno. No es éste el mejor lugar para un alegato
conservacionista pero quisiera hacer ver al viajero la importancia de su actitud
para evitar que desaparezca nuestro mundo rural. No sólo debemos ser
absolutamente respetuosos con el medio natural y humano de las zonas que
visitemos, sino que además en nuestras manos está el exigir de esas comarcas que
respeten y protejan su propio patrimonio.
Debido a su creciente auge, el turismo ecológico ha propiciado el desarrollo
de una importante infraestructura turística en la región. En cualquier rincón de
Asturias encontraremos alojamiento y gastronomía de calidad, un requisito
indispensable para recuperar la energía gastada en nuestros paseos por el campo.
Además, un creciente número de empresas repartidas por toda nuestra
geografía nos ofrece la posibilidad de vivir la naturaleza de una forma
diferente, a veces muy intensa, desde el aire, navegando por los ríos o por el
mar, bajo tierra o recorriendo los caminos en todo-terreno, en bicicleta o a
caballo. En resumen, toda una variada oferta de posibilidades que hay que
descubrir.
Poco más queda por decir antes de lanzarnos a recorrer Asturias. Simplemente
os invitaría a fijaros en los pequeños detalles ( que son los que hacen
especiales las cosas ), a no dejar pasar la oportunidad de relacionarse con las
gentes de los pueblos y a sentir la emoción de observar sin intervenir. Recordad
que no hay mejor consigna para un viajero que la de no dejar rastro de su
presencia.
Escrito por Luis Frechilla
García
ÍNDICE DE RUTAS
- El espectáculo de los
Bufones
- De cuevas del Mar a San
Antolín de Bedón
- En torno al Cabo Peñas
- La Playa de Barayo
- De Sotres a Poncebos
pasando por Bulnes
- Orandi: el secreto del río
Deva
- Los Lagos de Covadonga
- A la Vega de Ario desde el
lago La Ercina
- La Olla San Vicente
- De Ventaniella a la majada
del Arcenorio
- Al Pienzo desde Gobiendes
- La majada de las Espineras
- Por los Montes del Infierno
- El desfiladero del Alba
- La Vega Pociellu
- La Senda del Oso
- Por los puertos de Marabio
- La cascada del Silbo
- Al Lago del Valle desde
Valle de Lago
- De Villar de Vildas a Braña
Vieja
- En torno a las hoces del
Esva
- Por las Brañas del Narcea
- El bosque de Muniellos
- Por la sierra de Carondio
- La cascada de Oneta
Cada día pondremos una noticia
nueva describiendo cada ruta.
Esperamos que os gusten.