Tiene 15.000 años y crece
anualmente entre 1 y 3 milímetros. La turbera de Roñanzas es un paraje llanisco
de excepcional belleza que alberga en su interior una flora muy específica, en
ocasiones datada en la época anterior a la última gran glaciación. Los expertos
comparan su crecimiento con el del coral marino y recuerdan que esta turbera,
ubicada en la sierra plana de La Borbolla una vez pasado el Valle Oscuro, es el
único lugar de Asturias donde se recuerda haber visto la hierba de la Llamarga (Rhynchospora
fusca).
Lamentablemente esta planta no
ha podido ser localizada en los últimos años. Para poner en valor este lugar,
muy degradado por la explotación industrial, la Fundación Global Natura y el
FAPAS han desarrollado durante los últimos cinco meses un proyecto de
recuperación tendente a revivir el ecosistema y a darlo a conocer a los amantes
de la naturaleza.
Las turberas son ecosistemas
propios de áreas con encharcamiento más o menos permanentes. Están formadas por
turba, una materia orgánica procedente de vegetales en lenta descomposición, y
con el paso de miles de años pueden alcanzar varios metros de espesor. En la
turba se conservan maderas semifosilizadas y granos de polen, así como una flora
y fauna especialmente interesante. En Roñanzas la turba mide hasta dos metros y
es fácil encontrar ejemplares de Rocío de sol, una planta carnívora que se
alimenta de pequeños insectos.
La turbera de Roñanzas fue
durante años objeto de una intensa explotación industrial. Para extraer la
materia orgánica (usada en muchos países como combustible) se realizaron zanjas
de drenaje que restó líquido al lugar provocando la muerte de los musgos (esfagnos)
que la forman. Este hecho también motivó la proliferación de helechos de
diferentes especies y que los incendios fueran frecuentes en la zona. Según
explicaron ayer Roberto Hartasánchez, presidente del FAPAS, y Eduardo de Miguel,
director de la Fundación Global Nature, los trabajos, financiados por la
Fundación Santander Central Hispano, han consistido básicamente en rehacer la
pista de acceso a Roñanzas y construir 1.000 pequeños diques en las 32 zanjas
abiertas para la extracción de turba. De este modo se consigue que la turbera
vuelva a estar permanentemente encharcada y que los musgos crezcan nuevamente.
La inversión de 60.000 euros también ha dado para colocar unos paneles
explicativos en la zona. En Roñanzas se puede observar actualmente los
diferentes estadios de evolución de una turbera. El coral llanisco de montaña ya
se puede visitar.
Fuente de información: lne