El grupo musical portugués
Madredeus lleva por los escenarios de medio mundo sus canciones de amor, de
tristeza, de infinita saudade , la palabra de imposible traducción al español;
algo parecido a la morriña que anida en los pueblos gallegos y asturianos.
La morriña, pese a las lluvias
y nieblas de estas tierras, se salva con el sentido del humor; Oscar Wilde
declaraba que no sabía si la niebla inglesa producía hombres tristes o eran los
hombres tristes los que creaban la niebla.
Otro escritor, en este caso
francés, Víctor Hugo, decía a su vez que la melancolía es la dicha de estar
triste, y todos los portugueses, primero o después tienen la dicha de permanecer
tristes; en las soleadas tierras del Alentejo, o en la Extremadura atlántica, la
niebla dura poco tiempo cuando aparece, y pese a todo sus gentes llevan la marca
de la tristeza en el rostro, el puñal de la melancolía en el tapiz de su
historia; el imperio luso yace en el fondo del mar como si fuese un galeón
chapado en oro con las bodegas llenas de plata; el Rey Sebastián no regresará
jamás y todos los esfuerzos de un nuevo imperio también desaparecen entre las
aguas; el imperio moderno de este apasionado país reside en su poesía,
comenzando por Fernando Pessoa y terminando en canciones que algunas veces se
dicen fados.
Las canciones de amor salen de
la garganta de Amália Rodrigues y de estos sus hijos llamados Madredeus , que
nacieron en Lisboa y acaso en el barrio de este nombre: Madre de Dios... Las
falúas del Tajo cruzan fantasmales con las almas de los enamorados, en el
monasterio de Alcoba§a, dentro de sus sarcófagos permanecen despiertos Inés de
Castro y el rey don Pedro, Mariana Alcoforado, desde su celda del más allá o
ahora mismo en Beja clama por el amor perdido, por la patria herida, por todos
los portugueses que arrastran por el mundo una tristeza que no tiene remedio.
Portugal, el país, la nación,
la tierra o ensueño, que los viajeros le dicen el más romántico de Europa, el
más triste, el más enamorado, tiene un secreto que Nuno de Figueiredo trata de
explicar, de comprender la noche sin luz de estrellas, nos dice que existe "una
manera portuguesa de amar, una de las características de la forma portuguesa de
estar en el mundo", y de encararse a la vida.
El pueblo luso ha abdicado de
las aventuras ultramarinas para entregarse a las aventuras del amor; como
siempre el corazón sale herido en estas luchas o escaramuzas; las voces de los
cantantes, los versos de los poetas, no pueden explicar lo que es inexplicable.
Corazones cargados de pasión se hunden en las aguas del Tajo o del Duero, en los
valles y barrancos de Tras-Os-Montes, mientras que Amália Rodrigues, Teresa
Salgueiro, incluso María Bethania, nos lloran desde los escenarios o en el
tocadiscos, susurrando frases, palabras conocidas que suenan a algo nuevo: Ya no
tengo esperanza de verte, muero de melancolía paseando por las ruas de Lisboa,
por el barrio de Ai Mouraria, mueren los veranos de la esperanza y los amores no
llegan, el pulso se debilita, todos los hombres y mujeres del mundo siguen su
camino bajo el triste signo por caminos de rosas marchitas.
La guitarra pone también su voz
desgarrada como complemento de la letra, formando una cerrada ostra con una
perla negra dentro; una perla desconocida que unos y otros, público y cantante,
tratan de descubrir, en teatros o en bares del Barrio Alto lisboeta. Es el fado
el que llena las noches de la capital? Es la niebla que en los meses de invierno
sale del Tajo? Es la sombra de Amália, de Pessoa, del rey Sebastian? Los
escenarios de medio mundo se preparan para el llanto, Lisboa alza los telones de
la melancolía para los viajeros que buscan el amor en la romántica ciudad, los
portugueses pasan hieráticos metidos en una solemnidad de lejanos tiempos,
cuando los caudillos y los navegantes buscaban oro y amor en lo desconocido, más
allá de los mares, muy lejos de su recoleto país.
PORTUGAL
Es un imán para los
viajeros de los tiempos modernos; España ya no es exótica y sus Cármenes se han
apolillado en libretos franceses o en músicas mediterráneas. Permanece, para el
viajero, el país del amor y del misterio, una pequeña franja de tierra golpeada
por las olas del Atlántico; cuando el viajero se da cuenta de que los días o
semanas de vacaciones han terminado cierra la maleta, con un gallo de Barcelos
entre la ropa y la melancolía en el corazón.
Las Cármenes ya no esperan en
España, los viajeros melancólicos regresan tristes de Portugal con el deseo de
volver, pues el amor y la tristeza son drogas muy poderosas que hacen a los
seres humanos más infelices. Y de eso se trata.
Escrito por Victor Alperi
Fuente de información:
LaVozdeAsturias