Retazos de la montaña
Enviado el Miércoles, 04 agosto a las 08:39:56 por asturcon |
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El escalador Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay aún no se habían encaramado al tejado del mundo cuando la prensa publicaba la fotografía de un avión que sobrevolaba la cresta virgen del Everest. El marqués de Villaviciosa, en el último tramo ya de la vida, rescató con cariño para uno de sus álbumes el recorte de prensa con aquella imagen nevada. La enfermedad le mantenía anclado en una silla de ruedas, pero Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós no entregaba su espíritu montañero.
La familia de Pedro Pidal conserva en su casa de Somió el recuerdo y la vivencia del marqués que conquistó el Picu Urriellu
Enrique Pidal Martínez de Irujo conserva, en la casa de Somió que un día habitó el histórico montañero, cinco volúmenes con retazos periodísticos de montañismo, caza, política, economía y humor gráfico que el conquistador del Picu Urriellu había ido recortando y pegando en su tiempo libre, con anotaciones y observaciones manuscritas a pie de página. Ese legado, convertido en oficioso libro de familia de los Pidal, ayuda a delinear la figura de Pedro Pidal (1869-1941) como la de un polifacético aventurero con un temperamento visitado por el sentido del humor, pese a la adversidad.
Enrique, el más joven de cuatro hermanos, nació dos años después de la muerte del marqués, pero ha recorrido con interés la trayectoria vital de su abuelo. Sus hermanas -María, Carlota y Pilar- guardan del aristócrata alpinista el recuerdo infantil de "un hombre que les daba un poco de miedo por la barba blanca que tenía en los últimos años".
Pedro Pidal repartió su residencia entre la madrileña calle de Serrano, la casa familiar de Somió y su vivienda de la calle del Marqués de San Esteban, donde terminó sus días. Su nieto recuerda que «esta casa la rehabilitó mi padre en 1953, porque aquella estaba prácticamente en ruinas, y en la actualidad no se parece mucho a la del marqués».
Los restos mortales de un hermano de Pedro Pidal que falleció con sólo tres años de edad aún reposan en la capilla familiar anexa a la casona. En el salón del edificio, numerosas piezas de caza cuelgan de las paredes y delatan la afición por la caza de los descendientes de Pedro Pidal, que con su escopeta abatía rebecos, cabras hispánicas y osos (en una época en que la supervivencia de esta especie aún no peligraba).
La devoción cinegética del montañero no era incompatible con su espíritu conservacionista. "Creo que fue el primer 'verde' de España", asegura su nieto, quien recuerda sus expediciones a los Alpes, para preparar el definitivo asalto al Picu Urriellu, y al Parque Nacional de Yellowstone, para analizar in situ la política de protección de espacios naturales en los Estados Unidos.
La herencia del deporte
Ana Rosa es la hermana del actual marqués de Villaviciosa, también Pedro Pidal, que reside en Mallorca. Constata que el amor por el deporte se ha transmitido de una a otra generación, porque "Pedro ha pasado de la práctica de la montaña a la vela y de la vela a la natación. Es un gran nadador".
Ana Rosa también vive en las Baleares, "pero estos días quería estar aquí para seguir los actos del centenario". No oculta su admiración por la figura de su insigne antepasado, pero tiene también un recuerdo para la figura de Gregorio Pérez, 'El Cainejo', el pastor y cazador leonés que acompañó a Pedro Pidal. El marqués escalador se refería a él como "bravo amigo" y la historia les unió para abrir el camino del alpinismo español moderno.
La descendencia del montañero gijonés, que abarca cuatro generaciones vivas (Eugenia, con veinte meses, es la más pequeña de la fotografía familiar), defiende con orgullo el legado de un hombre que se adelantó a su tiempo. Su gente también se acercará mañana al Pozo de la Oración, donde en 1953 el montañismo español (con una suscripción popular) dedicó un monumento al marqués encariñado con las cumbres.
Fuente: FRANCISCO ÁLVAREZ - El Comercio
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