En Infiesto los lunes son
fiesta: la villa se llena de «tiendas del aire». La capital del concejo de
Piloña celebra ese día el mercado semanal, que cuenta ya con una amplia
tradición. Vecinos de los diferentes pueblos del concejo y de la villa acuden
semanalmente «a hacer el mercáu» y darse una vuelta por la plaza. Muchos, sobre
todo la gente mayor, acuden cada lunes, como han hecho a lo largo de toda su
vida. Ellos son los que recuerdan bajar a Infiesto de la mano de sus padres, a
un mercado que ha variado considerablemente desde entonces, y que se ha ido
adaptando a las nuevas necesidades de la gente.
Ya en la Edad Media, a raíz de
la fundación de «polas» o pueblas por concesión real, surgen las primeras ferias
y mercados, donde las gentes acuden para adquirir lo que necesitan. La
periodicidad de estos mercados era variable, pudiendo ser diarios, semanales, o
anuales. Estos últimos no son solamente ocasión para los intercambios
comerciales, sino que su celebración constituye un auténtico acontecimiento de
carácter cultural y popular.
Esta situación se sigue dando
en muchos de los concejos asturianos, que tienen un día en la semana, destinado
al «mercáu». Los martes en Pola de Siero, los miércoles en Ribadesella, los
viernes en Posada (Llanes), los sábados en Arriondas, los domingos en Cangas de
Onís y los lunes en Infiesto.
La capital piloñesa recupera
cada lunes un ambiente tradicional. Sin embargo, a decir de muchos, el «mercáu»
ya no es lo que era. Adolfo Sánchez Faza, de Sellón; José Ramón Sánchez
Forcelledo, de Infiesto, y Herminio Iglesias Rueda, de La Marea, recuerdan cómo
hace unos treinta años, el mercado de Infiesto era bien distinto. «Ahora sólo
hay trapos; antes el "mercáu" era de hombres», afirma Iglesias. Los tres
recuerdan perfectamente cómo lo que hoy es la plaza del Mercáu, donde cada lunes
se ve toda clase de artículos, como ropa, bisutería, calzado, plantas o discos
musicales, entonces estaba llena de ganado.
«Antes, bajaban los ganaderos
de todos los pueblos del concejo a vender el "ganáu" en la plaza. Acudían
tratantes y ganaderos de todas partes de Asturias», recuerdan. Las tiendas con
artículos como los que hoy dominan el «mercáu», estaban situadas en la plaza
Mayor. Pero la plaza del Ganáu se llenaba de vacas, caballos, ovejas, cabras y
cerdos. «El mercáu de Infiesto, fue uno de los más importantes de Asturias hace
unos treinta años», evocan los tres con cierta nostalgia. Sin embargo, siguen
acudiendo a esta cita casi todos los lunes, conscientes de que no encontrarán la
tan añorada venta de ganado, pero donde sí se respira un ambiente parecido.
En la actualidad, el «mercáu»
de Infiesto, al igual que en el resto de los concejos vecinos, se ha trasformado
para adaptarse a los tiempos modernos. Ya no son ganaderos los que acuden a la
compra-venta de ganado, sino sobre todo amas de casa, que acuden «a dar una
vuelta» y comprar algo que les guste.
La plaza del Ganáu, que aún
conserva el nombre de la anterior actividad que en ella se desarrollaba, se
llena todos los lunes de puestos con gran variedad de artículos. Los dueños de
los puestos, acuden todos los lunes desde Pola de Siero, Langreo u Oviedo, para
empezar a montar sus tenderetes a partir de las ocho y media de la mañana.
José y Pascual Jiménez regentan
dos de estos puestos desde hace ya más de quince años. «Venimos desde que éramos
niños, y antes que nosotros acudían nuestros padres», señalan. Ambos afirman que
en Infiesto, son muy bien recibidos. «Al ser un pueblo pequeño, ya todos nos
conocen, y nos tratan muy bien», destacan. Como todo, las «tiendas del aire»,
como son conocidos estos puestos, se han ido adaptando a las necesidades y al
paso del tiempo. Hace unos ocho años, cada puesto traía gran variedad de
artículos, pero desde entonces se han ido especializando. «Traíamos muchos
artículos de veinte duros, pero al surgir las tiendas de estos productos los
hemos dejado un poco al margen».
Si a las ocho y media de la
mañana empiezan a montar los puestos, el mercado se empieza a animar a partir de
las diez y media, «después de dejar los niños en el colegio», afirma José
Jiménez. Pero la mayor parte de las ventas se registra entre las once y media y
la una de la tarde. Algunos puestos, conocidos por todos, tienen ya una
clientela fija. María Teresa Fernández afirma que siempre compra «les
alpargates» en el mismo puesto, ya que le dan muy buen resultado. Teresa Llavona,
por su parte, subraya que cada lunes acude a la plaza del Mercáu a dar una
vuelta, y si hay algo que le gusta, lo compra.
Algunos dependientes se quejan
un poco de la situación en la que están. «Deberíamos de tener una carpa, sobre
todo en el invierno, ya que si hace aire, las probabilidades de que se caiga un
entoldado es bastante elevada», afirman algunos. No faltaba tampoco quien señala
que sus artículos no tienen mucha aceptación porque la mayoría de los visitantes
son personas mayores. Así ocurre con la bisutería, a los que el verano y la
llegada de los turistas, les salva la temporada.
En la plaza del Ayuntamiento se
respira otro ambiente. Mientras que en el resto de los puntos de venta hay
muchas personas que sólo van a ver, junto al Consistorio la venta está
asegurada. Casi todo el que se aproxima a un puesto es para comprar. Allí se
venden las frutas, los pimientos, las lechugas y otros productos de
alimentación. Susana Díaz Bulnes ve «productos con bastante mejor calidad que en
los supermercados». Por su parte, Maximina Martínez afirma que a la mejor
calidad se suma también un buen precio, y sobre todo que son vendedores muy
serviciales, «no se les escapa una».
Situado en las proximidades de
la plaza del Ganáu, pero un poco apartado de los puestos, se encuentra el que,
sin duda, mejor representa lo que fue el mercado tradicional. Desde hace 29
años, Sabino Menéndez Menéndez, de Pravia, acude algunos lunes al «mercáu» de
Infiesto. Si antes acudía todas las semanas, ahora lo hace cada quince días.
«Ferradures» (herraduras),
piedras de afilar, «lloqueros» (cencerros), correas, sillas de montar,
«mayuelos» (badajos) o bridas para los caballos son algunos de los artículos que
ofrece. «Cuando empecé a venir aquí, no había sitio en la plaza donde ponerse.
La gente acudía, no sólo al "mercáu", sino que se quedaban a comer, beber y a
echar la partida». Miguel Ángel Longo Díaz acude con frecuencia a este puesto, a
sabiendas de que sólo aquí hallará lo que ya casi no se encuentra en ningún
sitio.
Fuente de información: lne