El piloto ovetense causó un 
gran revuelo en Candás, pero menos del esperado si se tiene en cuenta su actual 
proyección internacional. Durante las últimas semanas se había especulado con su 
presencia. Fuentes próximas a la familia de Grandío habían asegurado que su 
amigo Alonso había mostrado alguna reticencia porque no quería restar 
protagonismo a los novios. Aun así, ayer se presentó en Candás. 
La cita era a la una, pero un 
cuarto de hora antes el piloto llegó a la plaza de la iglesia parroquial de San 
Félix de Candás en un coche de gran cilindrada y entró discretamente en el 
templo, donde firmó algunos autógrafos y esperó el comienzo de la ceremonia. 
Sergio Suárez, un niño de Perlora, fue de los pocos que logró su objetivo cuando 
el piloto estampó su rúbrica en la gorra de Renault que llevaba. 
Minutos después llegaba el 
novio, y más tarde, la novia. Los dos son grandes amigos de Alonso. Grandío 
sufrió con él los primeros años de competición en karts. 
Poco a poco, la plaza de la 
iglesia de Candás se fue llenando de público. En cuanto se supo que el piloto 
estaba en la villa, los móviles comenzaron a funcionar y en pocos minutos unas 
doscientas personas esperaban la salida del piloto. La mayoría conocían ya a 
Alonso de sus veraneos en Candás, donde mantiene a un nutrido de amigos que le 
sirvieron de improvisados guardaespaldas para salir de la iglesia. 
Pese a que la novia del piloto, 
la catalana Carolina Costa, también acudió a la boda, los dos se mantuvieron 
alejados, probablemente para evitar ser fotografiados por los objetivos 
indiscretos. 
Carolina departió amigablemente 
con Lorena Alonso, la hermana del piloto, y con el resto de invitados. La 
catalana lucía un espectacular abrigo blanco bordado con motivos florales.
Minutos antes de finalizar la 
ceremonia, los fans del piloto, casi todos niños, se arremolinaron en la salida 
lateral del templo esperando una salida discreta. El padre de Alonso, José Luis, 
se asomó por el lateral para inspeccionar el terreno. Al ver que una veintena de 
chiquillos esperaban ansiosos el padre le dijo a uno de sus acompañantes: «que 
salga por la puerta principal, pero arrancarme el coche». 
Los congregados eran ya 
multitud, pero eso no amedrentó a Alonso, que salió por la puerta grande de la 
iglesia de San Félix escoltado por sus amigos. En unos segundos, el piloto se 
subía de nuevo al asiento trasero del potente coche con el que había llegado a 
Candás. Su novia viajó en otro vehículo. 
Mientras el resto de invitados 
se hacía fotos con los novios, Alonso estaba ya en un conocido restaurante de 
Luanco donde se celebró en convite. Si en Candás hubo un discreto dispositivo 
policial, con tan sólo tres agentes, en Luanco la cosa era distinta. La entrada 
al restaurante estaba prohibida. El aparcamiento estaba precintado y vigilado 
por la Guardia Civil y miembros de una empresa de seguridad privada que 
reclamaban la invitación de boda a los asistentes. Tan sólo un «paparazzo» y LA 
NUEVA ESPAÑA vieron llegar al piloto. 
Fuente de información: lne