No tenemos remedio. Por mucho
que nos cuenten que en todo el centro de Asturias se configura un área
metropolitana, como si de una gran ciudad se tratara, por más que sepamos que
hoy lleva menos tiempo ir de Oviedo a Mieres que circular entre las estaciones
de Atocha y Chamartín en Madrid, a pesar de que es posible trabajar diariamente
en Gijón y vivir en Avilés, o trasladarse todos los días desde Sama a hacer la
compra a Siero, aún con todo eso, Asturias sigue dando muestras de un espíritu
cantonalista que agranda distancias donde la geografía humana tiende a
reducirlas. Como si el mundo terminara en los límites de nuestro municipio no
somos capaces de aceptar que, cuando se trata de inversiones, lo que es bueno
para nuestros vecinos es bueno para nosotros. En ocasiones, más que vecinos
parecemos enemigos. Alguien cree que el Museo Jurásico sólo deja turistas en
Colunga, que el hospital Alvarez Buylla sólo atiende a los mierenses o que el
parque de la prehistoria de Teverga le roba protagonismo a Ribadesella, por
poner sólo tres ejemplos de controversias recientes o inminentes?.
En este catálogo de
despropósitos, capítulo propio merece el secular enfrentamiento entre Oviedo y
Gijón, que se alimenta con un choque de talantes entre dos ciudadanías que se
creen tan diferentes como lo son sus propias ciudades. Cualquier reclamación que
les afecte se trufa inmediatamente de localismo impidiendo el debate razonable.
Así, ha sido posible escuchar a un médico decir que oponerse a la creación en
Gijón de una unidad de radioterapia es una prueba más del centralismo ovetense,
como si no hubiera razones técnicas suficientes para, al menos, tener dudas
razonables sobre su idoneidad. Cuando los hooligans salen del estadio de poco
sirve el sentido común. La Asturias cantonal no nos llevará muy lejos.
Fuente de información:
LaVozdeAsturias