CASO-PARQUE NATURAL DE REDES
Vega Pociellu es una encantadora majada del alto Nalón, situada en la
cabecera de un valle secundario estrecho y frondoso, flanqueado por la mole
cuarcítica y negruzca del Cueto Negro (1582 m) y el crestón calizo del Canto del
Oso (1800 m).
Para iniciar nuestro recorrido debemos tomar una pista forestal que sale de
la carretera que comunica Campo de Caso con el puerto de Tarna, un poco después
de salir del desfiladero de La Canaleya y un poco antes de llegar al pueblo de
Tarna (como no hay ningún otro camino ancho que descienda hacia el río en las
proximidades, no es posible la confusión). Apenas recorridos los primeros cien
metros, alcanzamos una bifurcación al lado de un par de cabañas. El ramal de la
izquierda cruza el río para adentrarse en el Monte Saperu, en la vertiente
contraria a la que nos interesa, por lo que seguimos de frente, inmersos en un
túnel de avellanos, fresnos y helechos, hasta llegar a un puente de madera sobre
el Nalón, cerca de la entrada del desfiladero de La Canaleya.
A partir de aquí
el camino se empina, aunque sólo es realmente costoso el primer repecho. De este
modo, nos adentramos en un sector del bosque orientado hacia el sureste, lo que
explica que esté dominado por robles albares literalmente cubiertos de líquenes.
Además, gruesas hiedras se enrollan alrededor de algunos robles y fresnos y
abundan los helechos al borde del camino. Desde algún hueco entre los árboles
podemos ver la espectacular cascada del Tabayón de Mongayo, en la vallina de la
izquierda del Cueto Negro. Desde la distancia, juraríamos que es una cinta
vertical, plateada e inmóvil si no fuera porque podemos oír el estruendo apagado
de las aguas del arroyo de Mongayo que se unen, por debajo de nosotros, al río
Ablanosa.
A medida que nos acercamos a la majada de La Ablanosa
empezamos a encontrar prados a los lados del camino. En ellos es fácil observar
algún corzo pastando confiadamente, sobre todo durante las primeras y las
últimas horas de día (el resto del tiempo suelen permanecer encamados en algún
lugar seguro del bosque). En la majada finaliza la parte más dura del recorrido,
motivo más que suficiente para hacer un descanso y beber un poco de las frías
aguas de la fuente. A nuestro alrededor se levantan varias cabañas, algunas
claramente acondicionadas como vivienda de fin de semana, resultado del abandono
progresivo de la forma de vida tradicional en estas montañas. Hasta hace poco el
ganado vacuno destinado, principalmente, a la producción de carne era la fuente
más importante de ingresos de los casinos. Sin embargo, cada vez son menos y de
mayor edad las personas que se dedican a esta actividad y el futuro del concejo
posiblemente esté en el desarrollo turístico que se espera que promueva el
recién creado Parque Natural.
Reanudamos la marcha por la pista que discurre entre campos verdes y una
ladera deforestada, tapizada de brezos y tojos. Aquí, resulta fácil observar
bisbitas, lavanderas, acentores, mirlos y arrendajos entre un gran número de
pájaros. Poco después de dejar atrás el último grupo de cabañas, la pista se
bifurca. Debemos seguir por el ramal de abajo que cruza el arroyo del Carrascosu
y nos conduce hasta un sendero que sale a la derecha de la pista en dirección
"a La Vega", tal y como reza un cartel de madera. A partir de aquí, el camino se
interna en el Monte Faucáu cruzando, en primer lugar, una zona en la que abundan
los acebos y los espinos albares, mientras rodeamos el extenso pastizal del
Carrascosu. Así, nos vamos adentrando en un hayedo en el que viven
mamíferos tan esquivos y misteriosos como la marta, el turón, el tejón o el gato
montés y aves tan características de la montaña cantábrica como el urogallo y el
pito negro. La mayoría del las veces tendremos que conformarnos con descubrir
evidencias de su presencia. Así, con toda seguridad encontraremos las hozaduras
de los jabalíes en cualquier pastizal, troncos muertos profusamente trabajados
por los pájaros carpinteros o los excrementos del zorro cuidadosamente
depositados en lo alto de una piedra. El barro en torno a los frecuentes
arroyuelos también puede ser un buen lugar para buscar las huellas de estos
mamíferos.
A medida que avanzamos, el hayedo cada vez parece más magnífico, con árboles
de gran porte y troncos colosales derribados, cubiertos de musgo, líquenes y
hongos. Entre estos últimos destacan los yesqueros que pueden contemplarse a lo
largo de todo el año puesto que sus cuerpos fructíferos se endurecen y son
permanentes. En otoño la abundancia de setas es extraordinaria y continuamente
nos llaman la atención nuevas especies de formas y colores diferentes.
Después de un tramo corto de subida más acentuada, llegamos a una zona de
bosque amplio, asentado sobre un terreno menos inclinado y con el suelo cubierto
de hojarasca rojiza. Parece que el hambre empieza a apretar cuando, de repente,
el bosque deja paso a un cinturón de altísimos piornos y, tras él, el sol, la
luz y Vega Pociellu. Ante nosotros se extiende una pradería tan grande como
inesperada que hace parecer diminutas las pocas cabañas que aún utilizan los
pastores casinos cada verano, algunas de ellas con tablones de madera a modo de
techumbre. Al otro lado del pastizal, el monte de Los Abedulosos, que es una
mata muy espesa de brezos y abedules, cierra bruscamente el valle. A nuestra
derecha y por encima de La Vega se encuentra el Collado Arenas, que es un paso
utilizado tanto por los lobos como por los montañeros para alcanzar el Monte
Redes y las vegas de Brañagallones y Valdebezón.
Mientras damos cuenta de los bocadillos todo contribuye al ambiente de paz y
tranquilidad: pequeños bandos de bisbitas que pían y revolotean a nuestro
alrededor, las vacas que sestean a ala sombra del piornal que rodea toda la
majada, el zumbido de los abejorros....Sin embargo, la tarde frecuentemente nos
trae la niebla y hace preciso emprender en seguida el camino de regreso. A esta
hora el hayedo permanece en silencio y el rumor de la riega Pociellu nos
acompaña de vuelta a La Ablanosa. Nos vamos con la promesa de regresar en otros
momentos del año pues el colorido del otoño, las nieves y las flores de la
tardía primavera y el frescor verde del verano, confieren al paisaje un carácter
totalmente diferente que merece la pena descubrir.
Tarna-La Ablanosa-El Carrascosu-Monte Faucáu-Vega Pociellu
11 km (i/v)
Transporte recomendado: a pie.
Mejores épocas de visita: primavera, verano, otoño.
Dificultad de la ruta: media.
Fuente de información:
Luis Frechilla
García