SOBRESCOBIO-PARQUE NATURAL
DE REDES
En su corto recorrido hasta desembocar en el Nalón, el río Alba ha abierto
uno de los desfiladeros más impresionantes de cuantos existen en Asturias. La
"Ruta del Alba" atraviesa esta garganta partiendo de Soto de Agues, una pequeña
población de estupendo ambiente rural, dividida en tres aldeas: Soto, a la que
llega la carretera de Rioseco, San Andrés y Agues. Entre sus habitantes todavía
hay quien elabora el típico queso Casín de la zona y aún queda un último
artesano de la madera que fabrica bonitos utensilios adornados con tallas
tradicionales. Hay que recorrer todos sus rincones para descubrir antiguos
molinos de agua, lavaderos, hórreos y paneras, disfrutando de la tranquilidad de
sus caleyas por las que sólo se oye el cacareo de las gallinas, las voces de los
gorriones o el sonido hueco de la madreñas de un anciano. Claro está que todo
resulta mucho más bullicioso en la primavera con el ruidoso ir y venir de
cientos de golondrinas y vencejos.
Cruzamos la aldea de Soto para tomar el camino de Agüera, nombre que daban
los lugareños a la ruta que lleva el desfiladero del Alba y que antes servía
para comunicar una mina de hierro ahora abandonada. Es una pista de tierra y
gravilla que, tras dejar a un lado el lavadero comunal, bordea la fértil vega de
Soto de Agues. Aunque hasta hace poco los vehículos de motor podían subir hasta
cerca de les foces, ahora hay que dejar el automóvil incluso antes de la
piscifactoría de las afueras del pueblo, por cierto, un lugar frecuentado por
garzas y martines pescadores. Por detrás del criadero de truchas, el valle se
encaja entre altos riscos que, a veces, aprisionan tanto el cauce que el camino
ha tenido que ser excavado en la roca. A lo largo del río se desarrolla una
bosque de ribera en el que abundan alisos, sauces y avellanos, mientras que la
mayoría de las laderas están cubiertas por castañales, donde los lugareños
llenan sacos enteros con sus frutos al principio de la seronda (una bella
palabra del asturiano para decir otoño).
Después de unos kilómetros de caminata sin apenas desnivel, llegamos a los
restos de un antiguo cargadero de mineral de hierro, en una zona conocida como
El Campurru. Unos metros más adelante encontraremos un abrevadero para el
ganado, donde podremos recargar las cantimploras antes de continuar hasta la
Vega de Valdacéu, sin abandonar nunca la pista principal, por un tramo de valle
más abierto. En la Vega termina la pista en une encrucijada de caminos. El
nuestro sigue de frente, ahora convertido en un pequeño sendero que se adentra
en la parte más bonita y espectacular del recorrido.
Durante los siguientes kilómetros caminamos entre grandes farallones calizos
que se cierran sobre el cauce dejando sólo un estrecho paso para la senda. El
río forma continuos saltos de agua así como impresionantes y ruidosas cascadas,
que hacen inútil todo intento de conversación. Además, numerosos arroyuelos se
descuelgan por las paredes casi verticales de la umbría y húmeda garganta, lo
que favorece el desarrollo de un tapiz de musgos y líquenes. En algunos tramos
un poco más anchos y en algunas laderas de solana crecen alisos, robles y
abedules, mientras que zarzas, escaramujos, sauces y otros arbustos prosperan
incluso en los pasos más angostos. Finalmente, el desfiladero se estrecha al
máximo justo antes de terminar, repentinamente, en la Cruz de los Ríos. De
pronto, la vista se abre a los frondosos montes de Llaímo y a la empinada
falda del Retriñón.
En el punto final de la ruta confluyen el río Alba y el arroyo Tronquelín,
por delante de una "cabaña de pastores" recientemente reconstruida y pintada de
un "discreto" color amarillo. No falta una pradera donde tumbarse a
disfrutar de la naturaleza, mientras escrutamos el cielo en busca del águila
real o del ratonero. Los narcisos nacen por doquier en primavera, antes incluso
de que los brotes de las hayas comiencen a echar las hojas, y los repiqueteos
del pico picapinos resuenan en el bosque con frecuencia a lo largo del día. Sin
embargo, el sol se oculta enseguida tras las montañas de la cabecera y el fresco
de la tarde va animando progresivamente a los excursionistas a abandonar este
placentero lugar de vuelta hacia el pueblo.
También existe la posibilidad de hacer esta ruta a caballo o en bicicleta de
montaña, cuyo alquiler es posible en Soto de Agues. De todas formas, hay que
tener en cuenta que la última parte del recorrido requiere un buen dominio de la
bici, si es que queremos mantener el equilibrio sobre un camino pedregoso y
resbaladizo.
Soto de Agues-El Campurru-La Vega Valdacéu-Hoces del Llaímo-La Cruz de los
Ríos-Monte Llaímo
15 km (i/v)
Transporte recomendado: a pie, en bicicleta, a
caballo.
Mejores épocas de visita: primavera, verano, otoño.
Dificultad de la ruta: media.
Fuente de información:
Luis Frechilla
García