En la Montaña de Covadonga hay maravillosos
lugares poco concurridos. Uno de ellos es Ordiales, 'reino encantado de los
rebecos y de las águilas', como lo denominó Pedro Pidal. Y como cada día más
personas nos hablan de ese mítico lugar, vamos recordar lo que de ese mirador o
balcón natural decía el Marqués de Villaviciosa. Por ejemplo, aquella frase:
«Con el tiempo se verán autocares y más autocares que junto a la playa
gijonesa de San Lorenzo pondrán, sin cuento, unos a la Vega de Ario y otros al
Mirador de Ordiales...'.
En el macizo occidental de los Picos de Europa
se asentó durante 76 años el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, el
primer espacio natural protegido de España, gracias a Pedro Pidal. Ahora está
englobado en el Parque Nacional de los Picos de Europa. Allí, en ese macizo,
quiso ser enterrado este precursor de la declaración de los parques nacionales.
Para llegar al Mirador de Ordiales, el punto de
partida puede ser la Vega Enol, o el collado de Les Veleres, junto al lago Enol.
Una pista nos lleva por el medio de la gran vega, a la que da nombre el hermoso
lago. Allí hay un refugio, otrora Casa de Pastores. A la izquierda está la
ermita de Santiago. Después de la Vega Enol la pista sigue al Sur hasta Pan de
Carmen. En este collado, se divide en dos ramales. Uno que va de frente en al
Mirador del Rey y otro que sigue a la izquierda, al Este, a la Vega del Huertu,
que es el que tenemos que seguir para ir a Vega Redonda y Ordiales.
El río Pomperi
En la Vega del Huertu, donde está el Pozu del
Alemán, se termina la pista que enlaza con el Enol. Tras cruzar el río Pomperi
ascenderemos en dirección Sur, hasta la majada de Vega La Piedra. Desde allí,
el sendero va marcado por 'jitos', para no despistarse. Es importante no tomar
atajos y respetar todas las barreras.
Desde Vega La Piedra seguiremos ascendiendo por
las camperas de Canrasu. Después de una hora de subida se está en la majada La
Rondiella, donde podremos contemplar bien las Peñas Santas. En otra media hora,
pasando por el collado Gamonal, estamos en Vega Redonda. En esa vega se
descansará, para después seguir, una hora más, por sendero ascendente hasta
Ordiales. Pasando por lugares rocosos, flanqueados por el Porru Canga, La Torga
y Cotalba; y llegar a la Vega Ordiales.
En este bello paraje hay una escondida fuente.
En lo alto se encuentra el famoso mirador donde está la tumba de Pedro Pidal, a
1.681 metros de cota. Al otro lado, mil metros más abajo, está el río Dobra y
las praderías de Angón, en Amieva.
Allí, a Ordiales, en setiembre de 1949, ocho
años después de la muerte de Pedro Pidal, un grupo de montañeros, encabezados
por José Ramón Lueje,Julio Gavito, Luis Sela, Pío Canga, Daniel Hevia y
Emilio Martínez, trasladaron sus restos hasta el citado mirador, cumpliendo el
expreso deseo manifestado por él en su testamento, que en plena roca se
encuentra transcrito, tallado en la piedra. Dice así: «Nosotros, enamorados
del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en él desearíamos vivir,
morir y reposar eternamente; pero esto último, en Ordiales, en el reino
encantado de los rebecos y de las águilas, allí donde conocimos la felicidad
de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasamos horas de admiración,
emoción, ensueño y transporte inolvidables, allí donde adoramos a Dios en sus
obras como Supremo Artífice, allí donde la Naturaleza se nos apareció
verdaderamente como un templo». Esto decía Pidal en el prólogo de la guía
'Parque Nacional de la Montaña de Covadonga', editada en el año 1932.
Aunque concluía el texto con los siguientes
versos, para los que el cantero que cinceló su testamento no encontró lugar:
«Debajo de esos húmedos helechos que reciben el agua de los Picos, y arrimado
a esa roca enmohecida por los inviernos fríos, dejaré que mis huesos se
deshagan a través de los siglos».
Fuente de información:
ElComercioDigital