El Principado crió excelentes pavos, y durante
el siglo XIX y primer tercio del siglo XX compitió con el besugo en las
preferencias de la pequeña burguesía urbana como plato fuerte de la Nochebuena
y la Navidad.
Muchos años después con la llegada de los
vendedores a los mercados gijoneses, introdujeron grupos de esas aves americanas
que Hernán Cortés y sus hombres degustaron bajo el nombre de guajalote,
y los hambrientos colonos del "Mayflower", tras cazarlos y criarlos,
los elevaron a protagonistas centrales del Día de Acción de Gracias.
Entonces, ¿ por qué desapareció de la
dieta asturiana?.
Su carne, mucho menos grasa y jugosa que la del
"pitu", nunca entusiasmó al campesino, y los complicados rellenos que
la saborizan y substancian, sólo quedaban al alcance de hogares mínimamente
acomodados.
La guerra y la posguerra decantaron los
recursos hacia los gallineros durante la escasez, y hacia las granjas avícolas
iniciado el despegue desarrollista, y muchos crecieron en la aldea sin ver otros
pavos que los dibujados en cromos y tebeos.
No obstante, he aquí una asturianísima receta
para cocinar la gallinácea de México en el siglo XVI:
Pavo asado a
la asturiana
Un pavo |
un cuarto de
kilo de magro de cerdo |
medio kilo de
castañas cocidas |
una cucharada
de harina |
cien gramos
de manteca |
un decilitro
de caldo |
sal y
pimienta |
Desplumado, vacío y chamuscado el pavo, se
rellenará con una farsa compuesta del magro de cerdo y las castañas. Antes,
las castañas se cocerán sin corteza y, después de cocidas, se les quitará la
piel interior, sin deshacerlas, uniéndose con el picadillo de magro después de
rehogarlas con manteca, espolvoreándolas con una cucharada de harina,
mojándolas con sal y pimienta; se rellena el pavo, cosiendo las aberturas.
Luego, bien untado en manteca, se pone al horno, rociándolo con su jugo,
mezclado con un poco de agua y sal. Si el pavo es grande, serán necesarias unas
dos horas y media de cocción.
¡¡ Buen provecho !!