Un lápiz, una llave, un peine o
un reloj. Pero también tibias, húmeros y muchos fragmentos de cráneos todos
ellos con el agujero de una bala. Por fin, el equipo de forenses de la
Universidad del País Vasco encargado de analizar los restos hallados en la fosa
común de Valdediós han puesto nombre y apellidos a la mayoría de los cadáveres
encontrados en una zanja con forma de L.
Urbano Menéndez Amado, Emilio
Montoto Suero, Rosa Flórez Martínez, Antonio Piedrafita García y Luz Alvarez
Flórez son las identidades correspondientes a cinco de los esqueletos hallados
en la fosa y a los que el equipo forense ha podido identificar después de
cuadrar con precisión detalles respecto a la altura, sexo y edad de los cuerpos
además de algunos de los objetos personales (desde una hebilla a una pocas
monedas) que siguieron enterrados junto a las víctimas de la represión incluso
décadas después de que terminara la dictadura.
El trabajo de los forenses no
ha sido fácil. No fue hasta el año 2002, cuando la Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica comenzó su labor de búsqueda de fosas
comunes e identificación de los restos con pruebas de ADN, cuando en Asturias
muchos de los familiares de los represaliados tras la Guerra Civil comenzaron a
poner en marcha proyectos para la exhumación de las fosas en varias ocasiones
ayudados por el trabajo de voluntarios.
También fue éste el caso de
Valdediós donde fueron asesinados en los últimos meses de la guerra en Asturias
(en 1937) enfermeras y trabajadores del antiguo hospital de La Cadellada que se
habían trasladado a Valdediós tras el avance de las tropas nacionales que ya
rodeaban toda la Asturias republicana.
De los restos hallados en
Valdediós (un total de 17, once mujeres y seis hombres) los forenses de la
Universidad del País Vasco contaban con ocho nombres confirmados por los
familiares de los asesinados pero sólo cinco se han podido confirmar y el
informe plantea sus dudas respecto a dos cadáveres que comparten los rasgos para
poder ser atribuidos a una sola persona.
En sus conclusiones, los
expertos destacan que el grado de conservación de los restos varía en función de
la zona de la fosa donde fueron enterrados aunque, en general, sufren "una
fuerte degradación" especialmente los que se apoyaban en el fondo. El informe
añade que de los 17 cuerpos recuperados "catorce tienen el cráneo fracturado
como consecuencia de disparos por arma de fuego" y revela que, en dos casos
correspondientes a cuerpos de varones "se constatan además otras lesiones
traumáticas por arma de fuego en otras áreas distintas del cráneo".
Según estas conclusiones, la
totalidad de las heridas corresponden a munición de fusil e indica que la
evidencias y análisis efectuados "permiten una interpretación de los hechos que
concuerda fielmente con las versiones previamente recogidas a través de
testimonios".
Lo cierto es que al comienzo de
los trabajos de exhumación, la excavación de la fosa se retrasó por las
dificultades para hallar la ubicación exacta de la tumba a través de los
recuerdos de los familiares.
El relato de los
acontecimientos se resumen en una noche de tragedia. Aquella en la que el
personal hospitalario que había sido trasladado a Valdediós cayó preso de las
tropas nacionales, posiblemente brigadas navarras. Algunos testimonios describen
cómo los soldados celebraron una cena en la que las enfermeras sirvieron los
platos y que, según algunos relatos, fueron víctimas de violaciones antes de ser
fusiladas junto a los varones (la mayor parte también enfermeros) que fueron
hallados en la fosa que ellos mismos se vieron obligados a cavar.
Algunos de los familiares de
estas víctimas visitaron al día siguiente de los hechos el lugar aunque a lo
largo de los años la fosa fue cubierta con tierra varias veces por lo que
resultó difícil de encontrar.
Fuente de información:
LaVozdeAsturias