Arriondas fue Barcelona. La
capital del concejo de Parres se ha convertido este temporada 2004-2005 en la
capital del fútbol base de la comarca. A los éxitos cosechados por la Escuela de
Fútbol del Oriente -el infantil logró la permanencia en Primera y el conjunto
alevín consiguió el ascenso a esa misma categoría- se suma el ascenso de los
cadetes del Arenas del Sella, también a la máxima división regional, obtenido el
pasado domingo, a falta de una jornada para el cierre de la competición liguera.
La próxima temporada será la primera vez en la historia del fútbol parragués en
la que tres equipos de la cantera militarán en Primera.
El campo municipal de Arriondas
registró en la tarde del domingo una gran entrada -casi quinientas personas y
600 euros recaudados- para presenciar el «duelo» en la cumbre entre el Arenas
del Sella y el Club Deportivo Arenal B, dos conjuntos que se jugaban la plaza de
ascenso automático a la Primera cadete. El ambiente era de los que se recordarán
durante mucho tiempo: pancartas de ánimo hacia los locales, dos aficiones
volcadas con sus respectivos equipos, terreno de juego pesado a causa de la
torrencial lluvia caída a lo largo del encuentro y emoción a raudales por lo
incierto del resultado. Incluso asistió al encuentro un delegado federativo.
Las cosas comenzaron a rodar
francamente bien para los de Villa, técnico del Arenas del Sella, ya que se
adelantaron en el marcador a los cinco minutos de juego, merced a un
espectacular gol marcado por Juan Chaso Pidal. A falta de diez minutos para el
descanso, el delantero cabraliego Christopher, en otra magistral jugada
individual, con sendos sombreros incluidos, conseguía colocar el dos a cero en
el marcador, ante el delirio de la parroquia parraguesa.
Tras la reanudación, a los diez
minutos, los gijoneses acortaron distancias y pusieron el corazón en un puño a
los cientos de aficionados que poblaban la granda del municipal de Arriondas. La
brega se hizo infernal dentro del terreno de juego, con dos equipos en pugna por
el ascenso. El empate favorecía a los gijoneses, que contaron con alguna que
otra oportunidad para perforar la portería defendida por Iván Almeida, pero no
supieron aprovecharlas.
Mientras tanto, los locales,
espoleados por su fiel afición, sacaban fuerzas de flaqueza cuando más apretaban
los gijoneses. Los minutos finales fueron un toma y daca de entrega, con un
Christopher que levantó de los asientos en más de una oportunidad a los
espectadores, debido al descaro para hacer filigranas técnicas sobre un
verdadero lodazal. Este jugador, a causa de problemas musculares, debió ser
sustituido y en ese momento la grada le despidió con una atronadora salva de
aplausos y al grito de «torero, torero».
Los minutos del descuento,
cinco, fueron eternos para los locales, pese a que en ese intervalo pudieron
incrementar la cuenta goleadora, pues estrellaron un balón en el larguero de la
portería gijonesa. Nada más sonar el pitido final, hubo una auténtica explosión
de júbilo, caras emocionadas y mucha dosis de alegría, sin olvidar las botellas
de cava para la celebración, que aportó el presidente del club, José Miguel
Toraño. Hasta algún aficionado local se metió vestido en las duchas del
vestuario del Arenas para relajarse de la tensión acumulada en el partido, entre
el jolgorio de los parragueses. Y lo más llamativo, ni un solo reproche de los
perdedores a la sobresaliente actuación del árbitro, que no influyó en el
resultado.
Fuente de información: lne