Tres cardenales, aparte del
asturiano Francisco Álvarez, de los que a partir de hoy se sentarán en la
Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Pedro, han tenido nexos con Asturias.
Son el colombiano Darío Castrillón, con orígenes en Boal; el dominicano Nicolás
de Jesús López, muy vinculado a una familia de Villaviciosa y que repitió el
viaje a Covadonga que en su día hiciera Juan XXIII antes de ser Papa, y el
italiano Martini, premio «Príncipe de Asturias».
El dominicano Nicolás de Jesús
López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo, de 69 años, está vinculado a las
Comunidades Neocatecumenales de Kiko Argüello y tiene especial dedicación a los
jóvenes. Hombre de carisma, es teológicamente conservador. Recientemente ha dado
consignas firmes para expulsar de los seminarios a cualquier persona «que huela
a homosexual, aunque sepa más que Aristóteles».
Además de los estudios
eclesiásticos, se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad Pontificia de
Santo Tomás, en Roma. También estudió en la Universidad Gregoriana. Habla
italiano, inglés, alemán, portugués y latín.
Fue una de las personas que a
más corta edad llegó al cardenalato, en 1991, cuando contaba solamente con 58
años, siendo desde entonces un firme candidato al Pontificado. Y valiéndose de
su amistad con una familia villaviciosina enraizada en Santo Domingo, cuenta con
el atractivo de haber querido conocer Asturias siguiendo los pasos de Juan XXIII,
quien había visitado el santuario de Covadonga cuando era cardenal.
Nicolás de Jesús visitó el real
sitio el 7 de mayo de 1996. Llegó a Covadonga acompañando a una peregrinación de
la Orden de Malta, dijo misa en la gruta y recorrió la explanada. Y aunque era
la primera vez que visitaba Asturias, dijo conocerla en profundidad debido a sus
lecturas y a las referencias de los muchos emigrantes asturianos que residen en
Santo Domingo. Por eso declaraba entonces a LA NUEVA ESPAÑA estar muy unido a
los asturianos. Al día siguiente de su estancia, el cardenal dominicano acudió a
visitar el monasterio cisterciense de Valdediós y la Catedral de Oviedo, en la
que mantuvo un encuentro con Díaz Merchán.
El cardenal Nicolás de Jesús
expresaba un ideal: que el Pontífice del nuevo milenio, éste en el que ya
estamos inmersos, fuera un pastor en sintonía con los tiempos actuales, poniendo
como referente de ello a Juan Pablo II. A pesar de sus citas continuas a la
pobreza, Nicolás de Jesús López Rodríguez acabó en las revistas del corazón
bautizando a las hijas gemelas de Julio Iglesias en la casa que posee en Santo
Domingo el modista Óscar de la Renta.
Curiosa también resulta la
visita del cardenal colombiano Darío Castrillón al concejo de Boal, en el que
estuvo en dos ocasiones, una en febrero de 1984 y otra en 1991. Castrillón es
prefecto de la Congregación para el Clero y presidente de la pontificia comisión
Ecclesia Dei. A sus 75 años continúa siendo una persona muy influyente en la
curia, y de ahí que su nombre surja cada vez que se habla de un Papa
latinoamericano.
Darío Castrillón llegó a Oviedo
en su primer viaje asturiano y preguntó si seguía existiendo un pueblo de Boal
llamado Castrillón. Le dijeron que sí y momentos más tarde el obispo y su
hermana, por entonces embajadora de Colombia en Hungría, tomaron un taxi que les
condujo al lugar. Así es como Darío Castrillón Hoyos veía cumplido uno de los
grandes sueños de su vida, conocer el lugar de sus raíces, la aldea de la que
nueve generaciones antes, en el siglo XVI, habían partido sus ascendientes.
Después de 160 kilómetros a
través de una carretera tortuosa, el entonces obispo de la diócesis colombiana
de Pereira llegaba al Castrillón de su noble apellido. Sabía cosas remotísimas
de sus antepasados y preguntó a unos niños en qué lugar había estado emplazado
el castillo de Castrillón. Tenía noticias de que aproximadamente en 1560 tres
hijos de Rodrigo Álvarez de Castrillón, destacado por sus grandes servicios al
rey y señor del castillo, llamados Diego, Tomás y Melchor, se habían marchado a
América, iniciándose así la rama familiar en aquel continente. Por indicación de
algunos vecinos, Darío Castrillón y su hermana acabaron en casa de Horacio
Fernández, un curioso de la historia local que pudo ponerlos en la buena pista.
Ya no quedaba nada de aquello,
pero se los llevó a la casa que se levantó en el lugar en el que estuvo
emplazado el castillo de sus antepasados, un sobrio torreón sobre el río Navia.
Horacio Fernández conserva vivo con especial emoción aquel 12 de mayo de 1984 en
que el ilustre visitante puso por primera vez los pies en el solar de sus
antepasados. «Se emocionó cuando entramos en la casa y recuerdo que sus primeras
palabras fueron: metro arriba o metro abajo, aquí nacieron mis antepasados, así
que vamos a rezar una oración».
Darío Castrillón visitó la
iglesia y recorrió todas las callejas del pueblo, admiró el paisaje, merendó en
una casa y se tuvo que marchar con la pena de no tener tiempo para quedarse unos
días en el pueblo. Al poco tiempo se recibía una carta del ahora cardenal para
recordar el inolvidable viaje y rememorar en unas cuartillas una especie de
canto al entorno que conoció en el pueblo «en las bellas montañas de Asturias,
sobre una colina que emerge del valle estrecho por donde serpentea con su rico
colorido de profundo verde azul el río Navia, llamado ahí río del Canto, se
confunden con historia y con paisaje las ruinas del castillo de Castrillón...».
Su emoción no era pasajera, y
en el año 1991 volvió al reencuentro con esa tierra y se enfrascó por unas horas
en los libros parroquiales para seguir confirmando y complementando datos sobre
sus orígenes asturianos.
El tercer cardenal que conoce
Asturias es el arzobispo emérito de Milán, el jesuita Carlo María Martini.
Recibió la ordenación episcopal cuando Juan Pablo II le confió la diócesis más
popular del mundo, la de Milán. Fue rector del Pontificio Instituto Bíblico y es
un auténtico especialista en Sagradas Escrituras. Tal vez esta afición es lo que
le llevó a vivir en Jerusalén, una vez alcanzados los 75 años. Martini es hombre
de una cultura y formación teológica que no se la discute ni el más enconado de
sus enemigos. En principio, su nombre sería apoyado por aquellos cardenales que
reclaman un mandato acorde con la primera etapa de Pablo VI y por quienes
quieren una línea progresista. Pero Martini cuenta también con muchos
adversarios. En Roma se comenta que muchos de sus colegas italianos y muchos
miembros de la curia no le tienen simpatía. Por eso, sus partidarios tienen dos
o tres nombres de repuesto para consensuar en el caso de que el ex prelado
milanés no logre los votos requeridos.
Martini estuvo en Oviedo en
octubre del año 2000 para recoger el premio «Príncipe de Asturias» de Ciencias
Sociales. Mostró sus ansias renovadoras a favor de la ordenación sacerdotal de
la mujer contra las tesis vaticanistas y se sintió comprensivo con la teología
de la liberación. Destacó que era la primera ocasión que venía a Asturias, si
bien conocía lugares de España relacionados con los grandes movimientos
espirituales de ese gran país, con referencias expresas a Loyola, Santiago o
Toledo. Y defendió, ante el auditorio del Campoamor, que la verdadera religión
nunca puede conducir a la guerra.
Los tres han sonado como
papables y en la semblanza de los tres hay un rincón para Asturias. Serán
electores, harán historia y, quién sabe, el cónclave dirá si el próximo Papa ya
estuvo en alguna ocasión al lado de la Santina.
Fuente de información: lne