Fueron las alas de Asturias las
que tiraron durante años de la Semana Santa asturiana, las que mantuvieron su
idiosincrasia en los malos momentos y las que hoy constituyen un referente de
fervor y devoción a través del tiempo. Cuando los vientos políticos de finales
de los años 70 y los 80 hicieron desaparecer las procesiones de las principales
ciudades del área central de Asturias, fueron Villaviciosa y Luarca las
que marcaron la pauta de la tradición permanente.
Tantos años de constancia han
marcado diferencias y, a pesar de los esfuerzos de Avilés, Gijón y Oviedo por
recuperar el tiempo perdido, las procesiones de Villaviciosa y Luarca continúan
siendo la primera referencia a la hora de elaborar un itinerario de capuchones y
pasos. «Es una tradición que se transmite de generación en generación desde
1668, con el único paréntesis de la guerra civil. Hasta tal punto, que los
padres apuntan antes a sus hijos en la cofradía que en el Registro Civil»,
explica el mayordomo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en un
intento de justificar la afluencia de miles de personas.
Nicolás Rodríguez Martín
apuntala en los 1.800 cofrades la razón de ser de las procesiones maliayas,
«porque gracias a eso podemos sacar los 14 pasos de la cofradía». El Sermón del
Desenclavo del Viernes Santo constituyen el punto más llamativo de lsu programa.
Se monta un tablado con pipas de sidra en la plaza de la iglesia a modo de
patíbulo y, siguiendo el sermón religioso, se procede a desenclavar a Jesucristo
de la cruz. «El silencio es estremecedor», afirma el cofrade.
El calvario de Luarca
El mismo silencio que destaca
el secretario de la Real Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Luarca
cuando relata con pasión el recorrido del Jueves Santo. «Es la procesión del
calvario, y como Luarca parece una cueva, la subida es una procesión
extraordinaria, porque talmente parece que estás subiendo al Gólgota, es como si
recrearas las condiciones históricas», afirma Evaristo Guardado, quien destaca
«el el silencio y la devoción de las más de 30.000 personas que siguen las
procesiones cada año».
Esas cifras no las alcanzan
ninguna de las localidades del área central del Asturias. Acaso Avilés que,
aunque padeció el paréntesis de 26 años sin liturgia popular de Semana Santa, su
resurgimiento de los últimos diez años y la declaración de actividad de Interés
Turístico Regional en 2001 la han convertido en un valor en alza al que acuden
miles de visitantes. «Son siete cofradías y nueve procesiones, dos de ellas,
Miércoles y Sábado Santo, de noche.
Gijón y Oviedo no han tenido el
tirón avilesino, si bien constatan cada año el mayor arraigo popular de las
procesiones. La más característica de las ovetenses es el relato evángelico del
Prendimiento de Jesús, que aprovecha la Hermandad del Jesús Cautivo para pedir
el indulto de un preso de Villabona. Gijón, por su parte, aporta este año
imágenes nuevas de un cristo yacente y una virgen dolorosa. Una apuesta por
recuperar el pasado.
Fuente de información:
ElComercioDigital