II CARRERA INTERNACIONAL DE AUTOS LOCOS Pola de Allande Asturias
Fecha Lunes, 29 agosto a las 18:51:37
Tema Actualidad


Si el entrañable Obelix hubiera pasado por El Cuetu un día como ayer y, entre jabalí y jabalí, echado la vista a lo que bajaba por aquella carretera, lo habría dicho: «están locos estos lugonenses». Porque no era para menos. El descenso de autos locos volvió a ser uno de los grandes acontecimientos de la fiesta de Santa Isabel, tanto por su poder de convocatoria, como por la espectacularidad, imaginación y sentido del humor que demostraron los consumados pilotos que participaron en esta inusitada prueba no puntuable para el campeonato del mundo pero sí muy mundial.

Tomaron parte en la competición veinte vehículos de lo más variopinto. El perfecto competidor de los autos locos debe aunar imaginación, capacidad técnica, destreza y sentido del humor. Con todos estos ingredientes se puede ganar la prueba y hacer las delicias del público.

Imaginación sobre ruedas

La competición de ayer era todo un catálogo de habilidades humanas. Había coches rematados hasta el último detalle y los había llenos de parches, monoplazas ergonómicos y apaños para varios ocupantes, vehículos veloces como rayos y auténticas tortugas rodantes. Pero lo más importante, que era la temática, la imaginación, el mensaje de los trastos, estaba muy bien repartido.

Por una parte, era inevitable encontrarse con alusiones a la persona que va sobre ruedas más famosa de Asturias. Dos de los vehículos aludían a Fernando Alonso. Hubo, además, otro vehículo que osó desafiar a la fiebre azul: un Ferrari, probablemente el de Schumaker.

La actualidad del año se dejó ver en un papamóvil preparado para la ocasión, con la leyenda 'Yo conduzco, él me guía', y plagado de imágenes de Benedicto XVI. Y junto al poder espiritual, el terrenal (o más bien marítimo) del barco del Rey, el 'Bribón', que en caso de avería o naufragio habría contado con la inestimable ayuda de David Hasselhoff, ya que el barco de los vigilantes de la playa bajaba por el asfalto como por encima de las olas de Malibú.

Hubo, además, varias alusiones a María, no a la de «ven acá corriendo» sino a la otra, la que entre otros usos tiene el terapéutico. Por una parte, estaba el 'Rasta car', un vehículo con los colores de la bandera jamaicana, con un estrambótico rastafari a los mandos, y con algunas hojas pegadas y numerosas alusiones a la planta que hizo famosa a la isla caribeña.

Librillo rodante

El segundo ingenio en torno a la costumbre ilícita más arraigada entre los jóvenes era un librillo tamaño cama matrimonial en el que el piloto compartía espacio con el papel de arroz. Además de reivindicar lo que salta a la vista, el invento ostentaba su 'lugonismo' con una alusión nada amable al concejo de Siero.

Las gradas naturales en que se convirtieron los terraplenes de El Cuetu se abarrotaron de gente dispuesta a reírse de lo lindo con los ingenios y, de paso, soltar algún 'huy' entre preocupado y decepcionado cuando algún vehículo parecía que iba a volcar pero terminaba por enderezarse.

Estas pruebas se convierten en el único acontecimiento donde cobra su sentido más puro aquello de que lo importante es participar. Porque el cachondeo, y no la victoria, es el único objetivo de la carrera. Si, de paso, se lleva uno el premio, bienvenido sea. Y existe otra ventaja: no se hacen pruebas de alcoholemia y esto es siempre positivo, porque positivos iba a haber muchos, al menos por los restos del día anterior que quedaban en los cuerpos de algunos de los participantes. Que tampoco es para andar cuidándose.

Fuente de información: ElComercioDigital







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