JUEGOS Y ATENTADOS
Fecha Viernes, 08 julio a las 14:24:49
Tema Opinión


En cierto modo me quedé muy a gusto el miércoles cuando escuché en una emisora de radio que la candidatura de Madrid había sido eliminada en la tercera votación para seleccionar la ciudad que organizará los Juegos Olímpicos de 2012. Un alivio profundo relacionado con los millones de euros que acababan de ahorrarnos a los españoles el poco más de centenar de electores de ese mundo cerrado -y probablemente corrupto, como ya se ha demostrado más de una vez- que es el Comité Olímpico Internacional.

A pesar de la defensa cerrada que Gobiernos, medios de comunicación y personajes relevantes han hecho de la candidatura de Madrid, personalmente siempre la vi con desconfianza y con cierto temor por el enorme esfuerzo de inversión pública, como ocurrió en 1992 en Barcelona, que acarrea una organización de ese tipo. Cada vez me siento más alejado de esos acontecimientos sobrevalorados por las televisiones que acaparan unos días toda la atención y luego se disipan con la misma rapidez con la que llegan. Las medallas solo sirven para las comparaciones entre países -sesgadas por la utilización de todo tipo de sistemas que mejoran de manera antirreglamentaria los rendimientos de muchos deportistas-, para el orgullo patrio que tanto se rechaza y tanto molesta en los nacionalistas de distinto signo y que, sin embargo, se magnifica cuando se trata de una manifestación de este tipo. Por cierto que, además, cada vez es el mayor el número de deportistas que participan en las selecciones españolas que son originarios de otros países, hecho que se ha extendido a todas las grandes potencias occidentales, incapaces de competir en algunas disciplinas en las que los africanos, por ejemplo, son infinitamente más capaces.

Los Juegos Olímpicos son un gran negocio pero no para el país organizador. Todo eso que se argumenta de que da proyección internacional es posible pero no sirve de gran cosa. Las candidaturas barajan cifras enormes del rendimiento que producen unos Juegos pero casi nunca echan la cuenta de verdad: lo que nos cuesta a cada ciudadano en los países en los que los presupuestos generales del Estado soportan el peso del pago de las infraestructuras necesaria para un acontecimiento como éste. Y en Madrid había unas previsiones absolutamente desorbitadas en una megaciudad que ya dispone de unos equipamientos y de unas inversiones públicas altísimas, digan lo que digan Alberto Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre y José Luis Rodríguez Zapatero. No merecerá más la pena destinar tan cuantiosas inversiones a zonas atrasadas del resto de España? En un país en el que las grandes obras avanzan con tanta lentitud y en el que quedan por hacer tantísimos esfuerzos para frenar las enormes diferencias entre las áreas urbanas desarrolladas y las zonas rurales no tiene sentido un gasto tan formidable sólo para que unos miles de deportistas participen durante unas semanas en unos Juegos.

Otro argumento que se utiliza machaconamente es que esas obras, la Villa Olímpica, las mejoras en el transporte, etc., quedan para siempre y son de uso ciudadano. Faltaría más. Pero si son tan necesarias, hay que promoverlas con o sin Juegos Olímpicos. En cualquier caso van a ser detraídas del cajón común de todos los españoles y, por tanto, hay que pensar que puede haber otras prioridades antes que Madrid disponga de un estadio olímpico más o menos bonito, donde ya hay dos enormes campos de fútbol, un remodelado Palacio de Deportes y otras muchas instalaciones que son más que suficientes para las competiciones al uso. No pase como en Sevilla, ciudad en la que cada equipo ha reconstruido a fondo su estadio de fútbol y además el Gobierno ha levantado un gran estadio olímpico que está muerto de risa y sin uso continuado. Cabe mayor despilfarro en un país en el que no sobran precisamente los euros para infraestructuras?

Pero hemos tenido que soportar durante meses y de modo especial los últimas días un agobio informativo sin el más mínimo contrapeso crítico a favor de una candidatura que parecía condenada al fracaso por la entidad de algunas rivales, en especial París, aunque en el último momento el poder conjunto del eje Estados Unidos-Reino Unido (con la aportación inestimable de las antiguas colonias británicas) haya inclinado el voto final hacia Londres, le haya dado un disgusto a Jacques Chirac, que no tendrá que ir a la ceremonia inaugural de un país en el que, en efecto, se come fatal, porque ya no será presidente. El que si estará será Tony Blair, entonces ya ex primer ministro, que desde ayer tendrá que enfrentarse también al reto del terrorismo salvaje, sea por los Juegos, sea por la celebración de la cumbre de los países ricos, sea por las dos cosas.

Los atentados de Londres nos vuelven a situar en el peor de los escenarios después de tantos meses de aparente calma en la actividad de los grupos que controla directa o indirectamente Osama Bin Laden. Por desgracia el conflicto entre Occidente y los grupos radicales árabes no sólo no está resuelto sino que amenaza con empeorar, de modo que el peligro se cierne sobre las democracias occidentales. Después de Nueva York y Madrid, ahora Londres. Los Juegos son una broma comparado con esto.

Escrito por Mario Bango

Fuente de información: LaVozdeAsturias







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