A los 20 minutos de dejar de
fumar, la presión de la sangre y el pulso recobran su nivel normal. A las 8
horas, la sangre recupera sus contenidos habituales de oxígeno y monóxido de
carbono. A las 24 horas, disminuye el riesgo de padecer un ataque al corazón. A
las 48 horas, se recuperan sensaciones olfativas y gustativas. A las tres
semanas, la función respiratoria es un 30 por ciento mayor y la mejora en la
circulación sanguínea, perceptible. Tras 9 meses, desaparecen la tos, la fatiga
crónica y las dificultades respiratorias. A los 5 años, el riesgo de tener una
enfermedad cardiaca es el mismo que el de un no fumador. Y a los 10 años, las
células precancerosas se han reemplazado, de modo que al cabo de ese tiempo se
igualan las posibilidades de tener tumores malignos en pulmones, boca, esófago o
páncreas entre quien un día dejó de fumar y quien nunca fumó.
Si a la vista de esos
argumentos de peso para la salud, todos refrendados desde la ciencia médica, un
fumador no siente la tentación de dejar el tabaco, poca o ninguna importancia le
dará al hecho de que el próximo martes se celebre el «Día mundial sin tabaco».
En cambio, quien se dé por aludido tiene ante sí una ocasión de oro para
iniciarse en una vida sin humos. Para los dubitativos, Ana González, enfermera
del centro de salud de Sabugo experta en deshabituación tabáquica, lanza un
mensaje de optimismo: «Cualquier persona puede dejar de fumar, lo que es
impredecible es en qué plazo o con qué esfuerzo».
El tabaquismo está catalogado
por la medicina como «enfermedad crónica adictiva». Esto se opone a las viejas
creencias, tan tópicas como erróneas, de que fumar es un hábito o un vicio. No.
Fumar es una enfermedad. Pero no una cualquiera, sino una de las más mortíferas
y de las que más alta incidencia tienen entre la población.
Según datos del Ministerio de
Sanidad, la padecen -es decir, fuman- 12 millones de españoles, entre ellos el
34 por ciento de la población mayor de 16 años. No entran en este cálculo los
fumadores pasivos, aquellos que inhalan el humo de cigarrillos ajenos. Sólo en
Asturias, mueren cada año unas 1.300 personas por enfermedades relacionadas con
el tabaco. Son 55.000 defunciones en el conjunto de España. «El tabaco en sí no
mata, es verdad. Pero está asociado como factor de riesgo a miles de muertes y a
incontables dolencias no necesariamente fatales», sentencia la enfermera
González.
La salud es precisamente la
causa que con más frecuencia invocan los fumadores avilesinos que manifiestan su
deseo de dejar el tabaco. Le sigue el «deseo de ser libre»; esto es, romper con
la esclavitud del cigarrillo y desterrar el pánico que algunos fumadores admiten
sentir al verse convertidos en auténticos drogodependientes. La tercera causa
alegada para dejar de fumar es la presión familiar o social. La economía apenas
tiene relevancia como factor disuasorio del tabaquismo, por más que un paquete
de «rubio» ya cueste casi tres euros.
El fumador que desee dejar de
serlo dispone de varios métodos, si bien la administración de salud aconseja el
control sanitario del proceso, no tanto por la complejidad médica del mismo como
por la orientación y apoyo que puede obtenerse en los centros de salud. En el de
Sabugo, la lucha antitabáquica está en manos de Ana González y Begoña Álvarez.
En el de Piedras Blancas trabaja Violeta Duque, a la que sus propios compañeros
reconocen el mérito de haber sido pionera en la lucha antitabáquica. Y así,
hasta un total de nueve centros de salud en el área sanitaria de Avilés en los
que se ha declarado la guerra a la nicotina.
Otras instituciones, caso del
Ayuntamiento de Avilés, han iniciado campañas propias para combatir el
tabaquismo de sus empleados. El Servicio de Salud del Principado tiene previsto
iniciar en la comarca un plan piloto consistente en repartir gratuitamente
chicles de nicotina. Y algunas grandes empresas, como Aceralia, facilitan a sus
trabajadores ayuda terapéutica para dejar de fumar. Además de una apuesta por la
salud, detrás de esas acciones está la próxima entrada en vigor de la ley de
Prevención del Tabaquismo, que el Gobierno fecha para el 1 de enero de 2006. Esa
ley establece la prohibición de fumar en todos los centros de trabajo, tanto
públicos como privados.
Fuente de información: lne