Una autovía desierta
Fecha Lunes, 30 mayo a las 18:56:48
Tema Construcción


El mes que viene se podrá caminar por una autovía sin miedo a ser arrollado. Cualquiera podrá pasear por el asfalto negro e intacto, entre líneas blancas impecables, escuchando cómo el viento balancea los eucaliptos. Y será posible esta confusa escena porque, aunque las obras del tramo Villalegre-Vegarrozadas de la autovía del Cantábrico deberán terminar en junio, no se podrá circular por él hasta finales de año, cuando entre en servicio el Tamón-Villalegre.

Por eso, durante casi seis meses, los siete kilómetros y medio de autovía que unen La Cruz de Illas con el enlace de Vegarrozadas reposarán sin más utilidad que aportar una especie de escenario apocalíptico, de esos que se supone existirían tras una explosión nuclear.

La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, ya advirtió de que este tramo no se abriría hasta que entrase en servicio el Tamón-Villalegre, es decir, el que dará continuidad a la 'Y' hacia el occidente. Y se prevé que esto ocurra en diciembre.

¿Por qué no puede abrirse el Villalegre-Vegarrozadas una vez terminado, y así unirse al Vegarrozadas-Soto del Barco, ya en servicio? En primer lugar, hay que recordar las críticas que generó la inauguración de este último, pues el avance no es grande con respecto a las tradicionales complicaciones en la carretera nacional de toda la vida: son cinco kilómetros de autovía que discurre paralela a la carretera, y para circular por ellos resulta necesario, como es lógico, afrontar incorporaciones, rotondas y demás engorros. En definitiva, buena parte de los conductores optan por continuar por la carretera nacional en vez de circular por el pequeño tramo.

Además, las incorporaciones y rotondas en el Vegarrozadas-Soto han generado nuevos puntos de congestión circulatoria en el ya de por sí complicado trayecto hacia el occidente. Fomento parece haber tomado nota, y para evitar situaciones parecidas, postergará la apertura del Villalegre-Vegarrozadas, o sea, para evitar nuevos puntos conflictivos.

Un paseo por la zona parece confirmar los temores ministeriales. En caso de que el Villalegre-Vegarrozadas se abriese en junio, esto sería lo que habría que hacer para utilizarlo en un trayecto desde el centro de la región hacia el oeste: tras salir de la 'Y', habría que continuar un par de kilómetros por la variante de Avilés, hasta la primera salida que indica 'centro urbano'. Es la que se dirige también al centro comercial Hipercor.

Sucesión de cruces

Luego, habría que girar a la izquierda, tras esperar un semáforo. A continuación se llegaría a la rotonda del centro comercial, habría que seguir subiendo, pasar frente al cementerio y continuar por la carretera de La Carriona, de ahí a La Cruz de Illas. Luego, un par de rotondas y, por último, se llega al acceso a la autovía.

En fin, una sucesión de cruces y rotondas que fácilmente se convertirían en un calvario para cualquier conductor, especialmente si muchos son los llamados a disfrutar de la autovía.

Pero es que, además, desde Fomento apuntan a otro problema incluso de más calado que estas más que posibles retenciones: la travesía por La Carriona y La Cruz de Illas es angosta, por una carretera sin arcén, sinuosa y rodeada de edificios. En fin, una zona urbana, con casas cuya puerta está a medio metro del asfalto, bares, tiendas y niños que juegan. El reclamo de la autovía atraería a coches y camiones que supondrían un peligro para los habitantes de esta zona.

Nada de eso pasará. El tramo no entrará en servicio hasta diciembre, junto con el Tamón-Villalegre. Así, en ese momento, se podrá circular por autovía desde el centro de la región hasta el aeropuerto. Los que sigan hacia el occidente tendrán que regresar a la carretera nacional en el alto del Praviano.

Fuente de información: ElComercioDigital







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