El mes que viene se podrá
caminar por una autovía sin miedo a ser arrollado. Cualquiera podrá pasear por
el asfalto negro e intacto, entre líneas blancas impecables, escuchando cómo el
viento balancea los eucaliptos. Y será posible esta confusa escena porque,
aunque las obras del tramo Villalegre-Vegarrozadas de la autovía del Cantábrico
deberán terminar en junio, no se podrá circular por él hasta finales de año,
cuando entre en servicio el Tamón-Villalegre.
Por eso, durante casi seis
meses, los siete kilómetros y medio de autovía que unen La Cruz de Illas con el
enlace de Vegarrozadas reposarán sin más utilidad que aportar una especie de
escenario apocalíptico, de esos que se supone existirían tras una explosión
nuclear.
La ministra de Fomento,
Magdalena Álvarez, ya advirtió de que este tramo no se abriría hasta que entrase
en servicio el Tamón-Villalegre, es decir, el que dará continuidad a la 'Y'
hacia el occidente. Y se prevé que esto ocurra en diciembre.
¿Por qué no puede abrirse el
Villalegre-Vegarrozadas una vez terminado, y así unirse al Vegarrozadas-Soto del
Barco, ya en servicio? En primer lugar, hay que recordar las críticas que generó
la inauguración de este último, pues el avance no es grande con respecto a las
tradicionales complicaciones en la carretera nacional de toda la vida: son cinco
kilómetros de autovía que discurre paralela a la carretera, y para circular por
ellos resulta necesario, como es lógico, afrontar incorporaciones, rotondas y
demás engorros. En definitiva, buena parte de los conductores optan por
continuar por la carretera nacional en vez de circular por el pequeño tramo.
Además, las incorporaciones y
rotondas en el Vegarrozadas-Soto han generado nuevos puntos de congestión
circulatoria en el ya de por sí complicado trayecto hacia el occidente. Fomento
parece haber tomado nota, y para evitar situaciones parecidas, postergará la
apertura del Villalegre-Vegarrozadas, o sea, para evitar nuevos puntos
conflictivos.
Un paseo por la zona parece
confirmar los temores ministeriales. En caso de que el Villalegre-Vegarrozadas
se abriese en junio, esto sería lo que habría que hacer para utilizarlo en un
trayecto desde el centro de la región hacia el oeste: tras salir de la 'Y',
habría que continuar un par de kilómetros por la variante de Avilés, hasta la
primera salida que indica 'centro urbano'. Es la que se dirige también al centro
comercial Hipercor.
Sucesión de cruces
Luego, habría que girar a la
izquierda, tras esperar un semáforo. A continuación se llegaría a la rotonda del
centro comercial, habría que seguir subiendo, pasar frente al cementerio y
continuar por la carretera de La Carriona, de ahí a La Cruz de Illas. Luego, un
par de rotondas y, por último, se llega al acceso a la autovía.
En fin, una sucesión de cruces
y rotondas que fácilmente se convertirían en un calvario para cualquier
conductor, especialmente si muchos son los llamados a disfrutar de la autovía.
Pero es que, además, desde
Fomento apuntan a otro problema incluso de más calado que estas más que posibles
retenciones: la travesía por La Carriona y La Cruz de Illas es angosta, por una
carretera sin arcén, sinuosa y rodeada de edificios. En fin, una zona urbana,
con casas cuya puerta está a medio metro del asfalto, bares, tiendas y niños que
juegan. El reclamo de la autovía atraería a coches y camiones que supondrían un
peligro para los habitantes de esta zona.
Nada de eso pasará. El tramo no
entrará en servicio hasta diciembre, junto con el Tamón-Villalegre. Así, en ese
momento, se podrá circular por autovía desde el centro de la región hasta el
aeropuerto. Los que sigan hacia el occidente tendrán que regresar a la carretera
nacional en el alto del Praviano.
Fuente de información:
ElComercioDigital