Fue periodista en Televisión
Española, y cumplió. Se pasó al oficio de futura reina de España, y ha cumplido
también. Es lo que con fervor y entusiasmo se resalta estos días de doña Letizia.
Al príncipe Felipe se le cae la baba. En el mes de noviembre ya habrá sucesor
del sucesor. O sucesora, porque no están los tiempos para discriminaciones por
razón de sexo. Siempre se está a tiempo de rectificar lo que un día de hizo mal.
Otras enmiendas constitucionales no habrá. Pero esta viene avalada por la
voluntad de la opinión pública, que modela la influyente prensa del corazón que
hay en España. Véase, si no, estos días. Con la noticia del embarazo de la
princesa de Asturias, el país se ha convertido en una versión viviente del Hola!
Para el villano y para el
señor, siempre es grata la procreación. Ha tenido instantes de placer para los
sentidos y es motivo de goce para los sentimientos. Pero tiene otro sentido para
la esposa del heredero de la corona. Es el cumplimiento de un deber. Así queda
asegurada la continuidad dinástica, celebrada en todos los tiempos, sobre todo
en la antigüedad, porque un heredero era la mejor garantía para evitar una
guerra, de las que España anduvo sobrada. Igual que el campesino ha de arar la
tierra, la compañera del futuro rey ha de parir descendencia.
Este sentido del deber tiene
unas servidumbres, que los seres nacidos con vocación real han de tener
asumidas. Por las venas de doña Letizia, por ejemplo, corre sangre asturiana, y
vería con gran complacencia que a la criatura, si es niño, se le impusiera el
nombre de Pelayo. Pero ya se oyen voces que recomiendan un nombre menos agresivo
para con nuestros hermanos del islam. Es una profesional, como madre de sucesor
lo entiende, y sabrá sacrificarse por lo que conviene a España.
Escrito por JOSEPH Pernau
Fuente de información:
LaVozdeAsturias