Arquitectos, urbanistas y
sociólogos están discutiendo últimamente proyectos de nuevas casas y nuevos
pisos. Naturalmente, pisos de 30 metros cuadrados en los que haya gente que vive
muy mal ya existen. Se trata de diseñar otros donde la gente pueda vivir bien.
Como todas las superficies, un piso de 30 metros cuadrados puede significar
asfixia o comodidad.
Excepto en ciertos casos,
personales o profesionales, un piso de 30 metros puede ser un recurso muy útil
como vivienda temporal. Si este modelo se quisiera implantar, la política
debería sustituir a la arquitectura para activar un proceso de rotación de
ocupantes; y esto no parece demasiado fácil.
Es evidente que la distribución
interior de la mayoría de pisos sigue bastante fiel al modelo clásico. Y la
gente, entonces, se lo monta a su gusto: un dormitorio lo convierte en comedor,
si es más grande, y derriba un tabique para tener una cocina mayor que incluya
el comedor.
Lo que me sorprende aún es ver
en las revistas unos modernos proyectos de casas --nuevas o reformadas-- en las
que se han suprimido prácticamente las paredes. Son una maravilla de
perspectivas, de transparencias, de espacios aéreos, ámbitos que parecen
pensados para que vivan personas sin cuerpo. Porque la aparición de una persona,
con su volumen forzosamente compacto e irregular, estropearía la pureza de
líneas, sería un intruso en lo que podrían llamar "equilibrio volumétrico
integrado" o algo parecido.
Leo a los proyectistas que
reclaman menos paredes. Hace 40 años ya hubo una explosión de filosofía
antiparetística, como símbolo juvenil de la nueva vida comunitaria, del no
alcemos más barreras! Me enseñaban esas casas con gran satisfacción, como si las
paredes fueran antiéticas. Pero pasado un tiempo vi que las paredes habían
vuelto. Porque el progre que dormía, también roncaba, y la intercomunicación
quizá era excesiva. Para hacer ciertas cosas, y vivir ciertos momentos, la
posibilidad de aislarse es indispensable.
Escrito por Joseph María
Espinas
Fuente de información:
LaVozdeAsturias