El domingo pasado coincidieron
el Día de la madre y el Día del trabajo, celebraciones que aparentemente no
parecen tener nada en común, ni en su origen ni en su significado. Pues bien,
respecto al primero, según dicen las fuentes en Internet, en la Inglaterra del
siglo XVII, se celebraba un llamado domingo de servir a la madre en el cual las
criadas y criados, que trabajaban y vivían en las casas de sus patrones alejados
de su lugar de origen, disfrutaban de un día libre pagado para visitar a su
familias. El día del Trabajo tiene su origen el 1 de mayo de 1886, cuando la
Unión Central Obrera de Chicago (Estados Unidos) convocó a sus trabajadores a un
mitin y a una huelga general para exigir una jornada laboral de ocho horas
después de denunciar que los obreros salían de sus casas a las cuatro de la
madrugada y volvían a ellas a las ocho de la noche, sin tiempo pues para estar
con sus madres a las que obsequiaban con una torta.
Luego, en cierto modo, ambas
celebraciones coinciden en conmemorar la necesidad de que el tiempo de trabajo
se conciliara con las necesidades personales y familiares. Pero lejos de esta
coincidencia artificial, existe otra que nunca se pone de manifiesto pues la
celebración del día de la madre ha devenido en una edulcorada cita comercial en
la que se sublima el llamado instinto maternal que tomó carta de naturaleza con
el racionalismo enciclopédico. Si el 1 de mayo celebra el trabajo productivo, el
día de la madre conmemora el trabajo reproductivo y entender que ambos son
radicalmente diferentes ha dado lugar a la división sexual del trabajo y como
consecuencia a la discriminación de la mujer. De la buena madre se predican las
mas esenciales virtudes femeninas: gracia, belleza, tolerancia, dulzura,
comprensión, entrega y altruismo; y en virtud de estos atributos, las madres, y
por extensión todas las mujeres, aportaremos al acerbo común una actividad no
remunerada pero esencial para el funcionamiento del sistema productivo.
Pero aún más, naturalizar como
exclusivamente femenino el trabajo reproductivo (que va mucho más allá de nueve
meses de embarazo), supone que la población laboral femenina se integre en ese
grupo de personas que debido a jornadas laborales reducidas y ocupación
discontinua no puede contar con una protección individual suficiente.
Como ven, el domingo había más
coincidencias que la del día.
Escrito por Rosario Hevia
Fuente de información:
LaVozdeAsturias