Leo con satisfacción las
declaraciones de Servanda García, antaño eficaz alcaldesa de Vegadeo y hogaño
titular de Medio Rural y Pesca en el Gobierno del Principado de Asturias,
principalmente por la firmeza con que defiende los derechos históricos de
nuestros paisanos respecto a asuntos como el de la cuota láctea que, la verdad,
lleva una década en constante peligro de abducción por parte de otras
comunidades aficionadas a los expedientes TPM ("to pa mí").
Me inquieta un poco, empero, el
asunto de los lobos. Bien sé que el animal nunca debe, por evidentes razones
morales, pasar por encima del paisano, y en ese sentido se justifica
perfectamente un control decidido sobre las poblaciones de cánidos, po un lado,
y de lobos, por otro. Pero el lobo es hoy una especie animal que no está en
guerra con el hombre y que, por su escasez en el territorio asturiano es más
pieza de museo que realidad preocupante como, por ejemplo, sí lo es el jabalí,
ayudado por su prolifidad, la abundancia de desperdicios en los entornos rurales
y semiurbanos y el despoblamiento progresivo de la mayor parte de los más de
diez mil kilómetros cuadrados del Principado.
Hay que recordar el caso del
oso, al que, tras haber batido y acosado durante siglos, ahora hemos de
proteger, hasta genéticamente, para no seguir perdiendo como habitantes del
planeta tierra y ganando como depredadores totales del mismo. El ganadero no
tiene porqué asumir los daños que causen los lobos --lo de los perros
asilvestrados es otro telar--, pero una sociedad moderna sí que puede, y debe,
destinar fondos a compensar los daños que las pocas familias de lobos hoy
existentes puedan hacer, al igual que se destinan fondos a proteger a las
ballenas, los salmones u, ojalá, la selva amazónica. Esto no es popular, pero
"ayer fueron a por tu vecino, hoy a por tu amigo y mañana....". Sosiego, mucho
sosiego.
Opinión realizada por
Ignacio Sánchez
Fuente de información:
LaVozdeAsturias