No es un acontecimiento nuevo.
Quizás -no me acuerdo muy bien- haga más de diez años que me entretuve en él por
vez primera. Fue en el hermoso pueblo llanisco de Porrúa, con cuyo nombre
altisonante, por cierto, bautizaría un emigrante nostálgico a una famosa
editorial mexicana hace ya muchos años.
En fin, quería decir que, desde
principios de la década de los noventa, y creo que el de los porruanos fue el
primero, proliferan por la geografía asturiana una suerte de peculiares eventos
con los que, al parecer, alguien pretende que recobremos el pasado por ejercer
una actividad que no se pasa.
Los así llamados mercados
tradicionales (astures, medievales, de la Revolución Industrial, incluso
cervantinos, ¿válgame Dios!), son cada vez más habituales en los pueblos y
villas de Asturias. Y así, cada uno de ellos los inserta en el calendario de
festejos patronales, gastronómicos o meramente comerciales, y les otorga un
sesgo más o menos propio, a veces un pelín oportunista; aunque, qué quieren que
les diga, en lo tocante al comercio tal parece que todo vale.
A mí me gustaba especialmente,
no sé si, en realidad, por motivos ajenos a festejos y mercadeo, el que
celebraban los vecinos de Blimea en el pueblín de Sienra, un barrio a la otra
orilla del Nalón -muy cerca de Barredos, en tierras ya de Laviana-, y muy
célebre en nuestra Cuenca, porque en él se ubicaba un chigre donde se comía muy
bien y donde corría alegremente la sidra nueva al llegar la primavera, pues
hacían una espicha pistonuda.
Ese mercadillo, creo, fue
pionero en las Cuencas. Aunque no estoy al día sobre los festejos de Blimea,
pues hace ya tiempo que no tengo el gusto de tropezarme con mi amigo Justo, el
peluquero (siempre al pie del cañón para esas y otras cosas), espero que él y
sus inquietos vecinos mantengan las ganas de siempre. La verdad es que de los
muchos mercados tradicionales que visité, desde los lejanos tiempos de Porrúa,
era éste el más fino, el más 'auténtico', porque, en él, tornábase lo ornamental
en natural merced a la voluntad de aquellas buenas gentes.
Cierto que no es lo mismo su
disfrute en un pueblo pequeño, donde la vuelta a las rancias costumbres, bien
envejecidas como algunos vinos, queda mucho mejor aparejada; pero sí que
tendrán, sin dudarlo un instante, su no sé qué de pintorescos y de entretenidos
los que, como el de la semana pasada en Mieres, vayan a celebrarse esta
temporada en algunos lugares de las Cuencas.
Escrito por FRANCISCO J.
LAURIÑO
Fuente de información:
ElComercioDigital