CANGAS DE ONÍS/ AMIEVA
Esta ruta remonta los últimos kilómetros del río Dobra a partir del lugar de
su confluencia con el Sella en el Puente del Dobra. Es un recorrido sencillo por
un valle estrecho y boscoso en el que destaca el magnífico bosque de ribera, que
se extiende de forma continua a lo largo de todo el trayecto, formado por tilos,
fresnos, alisos, arces, avellanos, cornejos y sauces entre una variedad mucho
mayor de árboles y arbustos.
Comenzamos a caminar por una pista que sigue fielmente los quiebros del río.
Enseguida llegamos a un llamativo puente de piedra, a través del cual pasaba la
antigua ruta medieval que unía el puerto del Pontón con Cangas de Onís. Es
inevitable pararse a admirar, desde loa alto de este puente, las verdes y
transparentes aguas del Dobra mientras se trata de distinguir las siluetas
de truchas, salmones y anguilas entre los grandes cantos del cauce. A medida que
seguimos avanzando, vamos descubriendo fantásticos rincones en los que las aguas
cristalinas del Dobra reflejan el verde de chopos, tilos y alisos que se
confunden sobre el cauce formando una especie de bóveda. Así, en poco tiempo
alcanzamos los campos de La Pandiella, donde un tímido ensanchamiento del valle
ha sido aprovechado para abrir unos cuantos prados y construir un puñado de
cabañas. En primavera, estos pastizales se tiñen literalmente del color de las
flores dominantes en cada momento y hay que fijarse en el suelo para observar
los movimientos, casi imperceptibles, de la mantis mimetizada entre las hierbas.
En algunos terrenos se han plantado árboles frutales, sobre todo manzanos, que
atraen a multitud de mariposas y escarabajos en el otoño, cuando muchos de los
frutos se pudren en el suelo.
Una vez pasadas las cabañas la pista muere en el río, que ahora ocupa todo el
ancho valle. El mirlo acuático vuela raudo a ras del agua y abundan las
lavanderas cascadeñas. Tenemos que tomar un estrecho sendero que continúa por la
misma orilla que veníamos siguiendo, justo por detrás de una hilera de chopos
que hunden sus raíces en el lecho fluvial. En el siguiente recodo, atravesamos
una cantera abandonada, cada vez más invadida por zarzas, tojos agracejos, y
escaramujos. Luego, el camino discurre por el interior de un bosquete de robles
y justo por detrás de una aliseda espléndida. Una nueva curva y salimos a una
pradera amplia y verde, rodeada por un cinturón de avellanos que ocultan el río
a la vista. La sorpresa no puede ser mayor cuando, al atravesar la banda de
arbustos, nos encontramos frente a un gran remanso en medio del río. En realidad
es una marmita de gigante excavada por la acción erosiva de las rocas que
arrastra la corriente y debido al brusco giro, de más de 90º , que describe el Dobra
en este punto. Es un lugar idílico en el que no falta una explanada desde al que
se domina la Olla y donde podemos comer y descansar a la sombra de tilos y
robles,.... aunque, realmente, lo primero que apetece es un buen chapuzón. Eso
sí, una vez que se prueban las gélidas aguas bastan unos segundos para darse por
satisfechos.
Antes de emprender el regreso, contemplamos los imponentes riscos calizos del
Precornión, los montes de las estribaciones del Macizo Occidental de los Picos
de Europa, que forman un desfiladero, unos cientos de metros río arriba, tan
angosto que no permite ser atravesado por ningún camino. Un cañón reservado para
los amantes de los deportes de aventura.
Puente del Dobra- El Puente Viejo- La Pandiella- La Olla San
Vicente
5 km (i/v)
Transporte recomendado: a pie, en bicicleta.
Mejores épocas de visita: primavera, verano, otoño,
invierno.
Dificultad de la ruta: escasa.
Fuente de información:
Luis Frechilla
García