El Museo de los Premios
Fecha Jueves, 09 marzo a las 00:33:12
Tema Opinión


La noticia de que el Museo de los premios de la Fundación Príncipe de Asturias - del que nada o muy poco sabemos, en cuanto a posibles contenidos- se instalaría aquí, en Avilés -a unos 28 kilómetros de Oviedo, yendo por carretera, y a bastantes menos, yendo a vuelo de pájaro- ha levantado un considerable revuelo, con ciertos tintes de enfado, en el Ayuntamiento de Oviedo, y en el despacho y aledaños del señor alcalde presidente, don Gabino de Lorenzo, al que, por otra parte, admiro como Alcalde y como político, que no vendría mal tener unos cuantos más como él en otras ciudades y pueblos de Asturias.

Pero lo que parece olvidar don Gabino - o, al menos, no lo tiene muy en cuenta- es el hecho de que la Fundación Príncipe de Asturias surgió y se mantiene al amparo de tan honroso título, y si esto es así -que lo es- no cabe la menor duda de que tan Asturias es Avilés como Oviedo, que una y otra ciudad tienen sus raíces bien atrás en la historia. Por esta razón y amparándome en esa osadía cultural, tan de moda, me permito invocar los «derechos históricos» del pueblo y comarca avilesinos, con el fin de que se designe a esta villa como sede del ya famoso museo -o lo que sea, que esto ya no lo tengo muy claro-, para su instalación en una zona tan hermosa y con tanto futuro por delante como es la ría, verdadera espina dorsal del pueblo avilesino, cuyo primer milenio de existencia hemos celebrado -con escaso apoyo oficial, eso sí- hace ya algún tiempo.

Cálmese, pues, y sosiegue su ánimo don Gabino, que por ese camino, en el que tanto parece primar lo puramente localista, no llegaremos jamás a ninguna meta que favorezca los verdaderos intereses comunes de nuestra región -o provincia, o comunidad autónoma, o nacionalidad, o si lo prefieren ustedes, nación, que en el maremágnum actual que hay en España vale cualquier cosa-, siendo así que lo que verdaderamente necesitamos en Asturias es marchar todos juntos, pero repartiéndonos como buenos hermanos el escaso pan y el poco queso que encontremos en la andadura y no pretendiendo algunos llevarse siempre al zurrón propio los bocados más apetitosos, que ese comportamiento nunca será razón de fraternidad, sino más bien apetito de egoístas e insolidarios.

Oviedo es nuestra capitalidad, la capitalidad de la asturianía -dispersa en el ancho mundo y concentrada aquí, entre la mar bravía y la larga cordillera nevada- y, como tal capital la queremos y la respetamos todos los asturianos, pero eso no significa que tengamos que aceptar a la capital como una especie de hermano mayor que pueda imponer su criterio a la hora de las oportunidades y las conveniencias, para llevarse siempre las mejores, olvidando los requerimientos y las necesidades de los demás pueblos de la misma raza y condición.

Avilés hace poco que ha dejado atrás unos años en los que resultaba difícil, y hasta peligroso para la salud, respirar el aire contaminado que nos rodeaba, pero el sacrificio de las gentes de Avilés merecía la pena, ya que aquí encontraron trabajo cuantos lo necesitaban, no sólo del resto de España, también de la propia Asturias. Y años después, también supo aguantar con buen ánimo una brutal reconversión industrial, que ha dejado sus tristes huellas y sus lágrimas en no pocos hogares avilesinos.

Va siendo hora, pues, de que en Avilés se reciba alguna buena noticia, como puede ser ésta de que se ejecute e instale aquí el proyecto del brasileño Oscar Niemeyer, con la particularidad de que acaso lo que de verdad importe sea el conjunto del proyecto en sí, y no tanto lo que ahora mismo se piense situar adentro. Lo que sea, que no nos lo estropeen.

Escrito por José Ramón Cueva







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