LA VEGA POCIELLU
Fecha Domingo, 18 diciembre a las 10:10:00
Tema Senderismo y montaña


CASO-PARQUE NATURAL DE REDES

Vega Pociellu es una encantadora majada del alto Nalón, situada en la cabecera de un valle secundario estrecho y frondoso, flanqueado por la mole cuarcítica y negruzca del Cueto Negro (1582 m) y el crestón calizo del Canto del Oso (1800 m).

Para iniciar nuestro recorrido debemos tomar una pista forestal que sale de la carretera que comunica Campo de Caso con el puerto de Tarna, un poco después de salir del desfiladero de La Canaleya y un poco antes de llegar al pueblo de Tarna (como no hay ningún otro camino ancho que descienda hacia el río en las proximidades, no es posible la confusión). Apenas recorridos los primeros cien metros, alcanzamos una bifurcación al lado de un par de cabañas. El ramal de la izquierda cruza el río para adentrarse en el Monte Saperu, en la vertiente contraria a la que nos interesa, por lo que seguimos de frente, inmersos en un túnel de avellanos, fresnos y helechos, hasta llegar a un puente de madera sobre el Nalón, cerca de la entrada del desfiladero de La Canaleya.

A partir de aquí el camino se empina, aunque sólo es realmente costoso el primer repecho. De este modo, nos adentramos en un sector del bosque orientado hacia el sureste, lo que explica que esté dominado por robles albares literalmente cubiertos de líquenes. Además, gruesas hiedras se enrollan alrededor de algunos robles y fresnos y abundan los helechos al borde del camino. Desde algún hueco entre los árboles podemos ver la espectacular cascada del Tabayón de Mongayo, en la vallina de la izquierda del Cueto Negro. Desde la distancia, juraríamos que es una cinta vertical, plateada e inmóvil si no fuera porque podemos oír el estruendo apagado de las aguas del arroyo de Mongayo que se unen, por debajo de nosotros, al río Ablanosa.Vega Pociellu

A medida que nos acercamos a la majada de La Ablanosa empezamos a encontrar prados a los lados del camino. En ellos es fácil observar algún corzo pastando confiadamente, sobre todo durante las primeras y las últimas horas de día (el resto del tiempo suelen permanecer encamados en algún lugar seguro del bosque). En la majada finaliza la parte más dura del recorrido, motivo más que suficiente para hacer un descanso y beber un poco de las frías aguas de la fuente. A nuestro alrededor se levantan varias cabañas, algunas claramente acondicionadas como vivienda de fin de semana, resultado del abandono progresivo de la forma de vida tradicional en estas montañas. Hasta hace poco el ganado vacuno destinado, principalmente, a la producción de carne era la fuente más importante de ingresos de los casinos. Sin embargo, cada vez son menos y de mayor edad las personas que se dedican a esta actividad y el futuro del concejo posiblemente esté en el desarrollo turístico que se espera que promueva el recién creado Parque Natural.

Reanudamos la marcha por la pista que discurre entre campos verdes y una ladera deforestada, tapizada de brezos y tojos. Aquí, resulta fácil observar bisbitas, lavanderas, acentores, mirlos y arrendajos entre un gran número de pájaros. Poco después de dejar atrás el último grupo de cabañas, la pista se bifurca. Debemos seguir por el ramal de abajo que cruza el arroyo del Carrascosu y nos conduce hasta un sendero que sale a la derecha de la pista en dirección  "a La Vega", tal y como reza un cartel de madera. A partir de aquí, el camino se interna en el Monte Faucáu cruzando, en primer lugar, una zona en la que abundan los acebos y los espinos albares, mientras rodeamos el extenso pastizal del Carrascosu. Así,  nos vamos adentrando en un hayedo en el que viven mamíferos tan esquivos y misteriosos como la marta, el turón, el tejón o el gato montés y aves tan características de la montaña cantábrica como el urogallo y el pito negro. La mayoría del las veces tendremos que conformarnos con descubrir  evidencias de su presencia. Así, con toda seguridad encontraremos las hozaduras de los jabalíes en cualquier pastizal, troncos muertos profusamente trabajados por los pájaros carpinteros o los excrementos del zorro cuidadosamente depositados en lo alto de una piedra. El barro en torno a los frecuentes arroyuelos también puede ser un buen lugar para buscar las huellas de estos mamíferos.

A medida que avanzamos, el hayedo cada vez parece más magnífico, con árboles de gran porte y troncos colosales derribados, cubiertos de musgo, líquenes y hongos. Entre estos últimos destacan los yesqueros que pueden contemplarse a lo largo de todo el año puesto que sus cuerpos fructíferos se endurecen y son permanentes. En otoño la abundancia de setas es extraordinaria y continuamente nos llaman la atención nuevas especies de formas y colores diferentes.

Después de un tramo corto de subida más acentuada, llegamos a una zona de bosque amplio, asentado sobre un terreno menos inclinado y con el suelo cubierto de hojarasca rojiza. Parece que el hambre empieza a apretar cuando, de repente, el bosque deja paso a un cinturón de altísimos piornos y, tras él, el sol, la luz y Vega Pociellu. Ante nosotros se extiende una pradería tan grande como inesperada que hace parecer diminutas las pocas cabañas que aún utilizan los pastores casinos cada verano, algunas de ellas con tablones de madera a modo de techumbre. Al otro lado del pastizal, el monte de Los Abedulosos, que es una mata muy espesa de brezos y abedules, cierra bruscamente el valle. A nuestra derecha y por encima de La Vega se encuentra el Collado Arenas, que es un paso utilizado tanto por los lobos como por los montañeros para alcanzar el Monte Redes y las vegas de Brañagallones y Valdebezón.

Mientras damos cuenta de los bocadillos todo contribuye al ambiente de paz y tranquilidad: pequeños bandos de bisbitas que pían y revolotean a nuestro alrededor, las vacas que sestean a ala sombra del piornal que rodea toda la majada, el zumbido de los abejorros....Sin embargo, la tarde frecuentemente nos trae la niebla y hace preciso emprender en seguida el camino de regreso. A esta hora el hayedo permanece en silencio y el rumor de la riega Pociellu nos acompaña de vuelta a La Ablanosa. Nos vamos con la promesa de regresar en otros momentos del año pues el colorido del otoño, las nieves y las flores de la tardía primavera y el frescor verde del verano, confieren al paisaje un carácter totalmente diferente que merece la pena descubrir.

Tarna-La Ablanosa-El Carrascosu-Monte Faucáu-Vega Pociellu

11 km (i/v)

Transporte recomendado: a pie.

Mejores épocas de visita: primavera, verano, otoño.

Dificultad de la ruta: media.

Fuente de información: Luis Frechilla García







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